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A un campanillazo y un principia el sorteo metió mano en la banga el niño de la derecha, sacó un canuto, el Auxiliar de Fomento desdobló el papel, lo dió al Alcalde y este leyó: Cabecería, número cual: Fulanito de Tal. Los escribientes buscaron en sus listas la cabecería y apoyaron los puntos de la pluma al margen de Fulanito de Tal.

Ya se sabría el paradero de Nina, o los motivos de su ausencia, cuando Dios se dignara darlos a conocer por los medios y caminos a que nunca alcanza nuestra previsión. Las doce serían ya, cuando sonó un fuerte campanillazo. La dama rondeña y el galán de Algeciras saltaron, cual muñecos de goma, en sus respectivos asientos. «No, no es ella dijo Doña Paca con gran desaliento . Nina no llama así».

¿Y para qué quiere verme á ? Toma, para verla. ¡Qué ocurrencia! murmuró pensativa. En esto se sintió un campanillazo. Abrieron y entró Coletilla. Las dos muchachas seguían su coloquio cuando sintieron en la calle rumor de voces agitadas, algunos gritos y pasos precipitados. Asomáronse los tres, y vieron que discurrían varios grupos por la calle.

Sobre un veladorcito hay cuatro botellas; dos de Burdeos que, como buenas girondinas, tienen a modo de gorritos frigios sus cápsulas rojas, una de Champaña con capellina de plata, y otra de Jerez que parece oro líquido. Don Juan espera impaciente abrochándose el batín oscuro de alamares negros. Cuatro minutos antes de las doce suena un campanillazo.

Va a partir el tren. Ha tintineado un largo campanillazo; suenan los recios y secos golpes de las portezuelas. Las dos viejas han acomodado sus cuatro cestas y sus dos sacos sobre y bajo los bancos. Lo más delicado va encima; y son dos cestas llenas de jarrones y figurillas de escayola sobredorada. Se trata de encargos que ellas portean de retorno para los vecinos del pueblo.

Despertó al fin de aquello que parecía letargo, y volviendo a mirarse, animose con la reflexión de su buen palmito en el espejo. «Digan lo que quieran, lo mejor que tengo es el entrecejo... Hasta cuando me enfado es bonito... ¿A ver cómo me pongo cuando me enfado? Así, así... ¡Ah, llaman!». El campanillazo de la puerta la obligó a dejar el tocador.

No es alto ni bajo, flaco ni grueso; a ratos lampiño, a ratos barbudo... Al sonar un campanillazo la visión se disipa y el lúgubre recinto se trueca en un paseo enarenado, por donde corretea un niño tras un ato de madera. El chiquitín tropieza, cae, se lastima... y suena un grito.

¿Qué te parece el cuartito? ¡Mira que si pudiéramos quedarnos, es decir, quedarte con todo esto! De repente, sonó un campanillazo. Don Quintín tembló de miedo, como los convidados de Tenorio al oír el aldabonazo del Comendador. Carola se dijo: «a lo hecho, pechoAmbos guardaron medroso silencio. Siguió un segundo campanillazo, y entonces dijo él: Nosotros no abrimos: ya se cansarán.

El frío era grande y ayudaba a la pereza a mantener agazapados entre las calientes ropas del lecho aun a los más madrugadores. Damián oyó las ocho en su cama y volvióse del otro lado, esperando que el señor marqués no necesitaría de sus servicios, según su costumbre, hasta muy entrada la mañana; un violento campanillazo vino, sin embargo, a hacerle saltar despavorido...

Se marchó y yo me quedé como desvanecida en un sofá, con la cabeza en los cojines, dando vueltas al veneno que había vertido en mi pensamiento aquel monstruo que, según he visto claramente después, lo había combinado todo para impulsarme á un acto de suprema demencia. Un campanillazo me sacó de mi sopor y me hizo poner en pie. Miré el reloj y eran las siete. Abrí y vi á Juana.