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Eran mocetones que por su aspecto parecían trabajadores de los tejares. A pesar del frío, marchaban ligeros de ropa y sin manta; algunos de ellos con la boina en la faja, como hombres que habían de emprender largas caminatas y sudar mucho en el curso de la noche.

El techo de ébano de mi palacio me recordaba la familia del Mandarín; durmiendo a orillas de los canales, perseguidos por los perros; y dentro de mi lujoso cupé me estremecía la idea de largas caminatas por caminos encharcados, bajo el duro invierno asiático. ¡Lo que yo sufría!

Otra ventaja de aquel barrio sobre Chamberí es que se puede ir de noche a ver una piececita o a pasar un rato en cualquier café, sin hacer caminatas de media legua, ni usar el tranvía. A Fortunata no le gustaba ir al teatro ni presentarse en público.

Su tez, reanimada por suave tono rosado, traía de las caminatas al aire libre como un reflejo de luz y de calor que lo doraba. Tenía la mirada más rápida y la cara un poco más delgada, las pupilas como manchadas por el esfuerzo de una vida muy activa y la costumbre de abarcar dilatados horizontes.

Nada más hay que contar, salvo que, debido al descubrimiento de la casa, obtuvo la clave del secreto; a lo menos, eso es lo que yo le he entendido siempre que ha hablado de esto contestó. ¡Ah! recuerdo bien aquellas interminables y cansadoras caminatas cuando niña; cómo recorríamos esos largos, blancos e inacabables caminos, con sol y con lluvia, envidiando a la gente que iba en coches y en carros, a hombres y mujeres que andaban en bicicletas, y, sin embargo, mi valor se sostenía siempre con las palabras de aliento de mi padre y su declaración de que algún día habíamos de poseer una gran fortuna.

Su pobre falda negra y sus gruesas botas estaban llenas de barro y gastadas por las caminatas, y comprendí, por la manera cómo despejó su frente y echó abajo la desordenada masa de sus cabellos, que le dolía la cabeza.

Y luego, besando al descarriado animal y administrándole dos nalgadas, después de cerciorarse de que no había padecido nada de fundamento en su estimable persona, le arregló la mantita, que se le había puesto por montera, y lo entregó a Nela, diciéndole: Toma, llévalo en brazos, porque estará cansado, y estas largas caminatas pueden hacerle daño.

Los peones le conocían, como si fuese un contratista o maestro de obras; y cuando le faltaban estas distracciones emprendía atroces caminatas: iba a pueblos distantes, andando siempre con una regularidad mecánica; el cuadrado sombrero sobre las cejas, flotante el paleto, que no abandonaba ni aun en el verano, y bajo el brazo el bastón de su juventud, una caña vieja y resquebrajada, con puño redondo de marfil que casi era una bola de billar.

Ya no nos reuníamos en el salón; se velaba bajo los árboles del jardín del señor D'Orsel o en pleno campo sobre los linderos de los prados húmedos. Muchas veces daba yo el brazo a Magdalena durante las lentas caminatas realizadas en grupo. Las personas mayores nos seguían. Llegaba la noche y hacía descender sobre nosotros el silencio, en aquellas horas en que se habla menos y en voz muy baja.

Se caminó á la misma hora, y se arrealó en la Laguna de los Patos, á distancia de 6 leguas, en donde no se halla leña. Dia 22. A la misma hora siguió la marcha, al poniente recto, y pasado de mediodia se llegó á la Laguna de Salinas, á distancia de tres leguas del parage antecedente; y no se ha declarado el rumbo de las anteriores caminatas por lo variable de él.