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Va caminando de izquierda a derecha, de perfil, jinete en un caballo castaño, de patas blancas, sobrio de arreos y puesto en chaza o media corveta.

Lo mejor me pareció salir a la calle y hacer la visita al canónigo. Según iba caminando hacia su casa, situada en la calle de la Mar, cerca de la catedral, me confirmaba más en la intriga proyectada, una vez adquirido el convencimiento de que la hermana no me rechazaría.

Parecía que toda aquella muchedumbre hubiese marchado sobre ella; creía haber recibido millones de golpes. El instinto la llevó hacia su barrio, caminando con lentitud, arrastrando casi los pies. Pero á pesar de esta fatiga, juntó su voz á las aclamaciones de todos los grupos que encontraba al paso. La necesidad de descansar y la costumbre la hicieron meterse en la taberna.

Al tiempo, pues, que ya lo concertaba De dar en D. Gabriel que marchando, El indio guaraní lo revelaba, Que con Salgado iba caminando. Y aunque el Salgado bien se lo rogaba, No quiere el guaraní seguir su bando, Que dice, que de andar está cansado Tras D. Diego, que siempre le ha burlado.

Halló cinco barriles; caminando adelante por ver si toparía con los otros, halló dos medias botas. Volvióse á decirlo á D. Alvaro, y invióle á que lo dijera á Quirós, Capitán de caballos. Aquella noche estaba la gente y caballos á punto para salir fuera. Debía de haber concierto con algún renegado, y faltó el designio, pues se dejó de ir.

Aunque vagamente, se daba también cuenta de lo singular y censurable de su conducta. ¿Por qué había hecho aquello? ¿Quién era ella para espiar los pasos de su confesor, ni menos reprenderle? Su despecho era tan vivo, sin embargo, que no le permitía arrepentirse. Tenía la boca seca; le ardían las mejillas. Siguió caminando apresuradamente, y se dirigió al muelle. Estaba ya solitario.

El buen capitan Zárate bajando En busca del asiento Condurillo, Con tan grande trabajo atravesando La tierra, qué temor me escribillo, Los dias y las noches caminando, Al fin el indio hubo de sentillo; Y aunque de sobresalto los cogieron, La mugeres é hijos escondieron.

El 10 salimos de este parage, y caminando hácia el poniente, el rio dilatadas vueltas de N á S, y á la parte de este le entra un rio llamado Santa Cruz, que debe su origen al dicho Cerro de Calilegua.

Caminando siempre por el mismo rumbo, cosa de treinta leguas mas ó menos, se encuentran otros indios, llamados Puelches. Estos indios son muy altos y corpulentos, y tienen los ojos muy pequeños: son tan pocos, que no llegan á seiscientos, y son tambien muy parciales y amigos de los españoles, con quienes desean tener siempre trato.

Y decidieron, por último, que Morsamor, sin perjuicio de mostrarse en la India, dando allí razón de quién era, debía volver a Lisboa, caminando siempre hacia Oriente y circunnavegando el mundo en que vivimos, cuya redondez resolvieron todos que era innegable.