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La desilusión, la esperanza perdida, le trajo a la vida monástica. En ambos reinos, unidos ya bajo el centro de Isabel y Fernando, había cambiado todo y era menester que Morsamor también cambiase. La paz y el orden con enérgica severidad habían venido a sobreponerse a la confusión y al alboroto que estimulaban tanto la ambición y la codicia.

Irritado Morales, habló de su infortunado camarada Jaramillo, del doctor germánico, del caburé, del caimán «el Abuelo»; contó toda su historia, sin que el otro cambiase de actitud. El mestizo se puso de pie. Podía el gringo dudar de las virtudes de su madre, si gustaba de ello; por eso no dejarían de ser amigos. En realidad, él no estaba seguro de quién había sido su padre.

Su inundante palabra se derramaba sin término sobre las superficies, sin que su voz, alta y acatarrada, cambiase de tono.

Hasta entonces D. Joaquín, según Rafaela le hizo notar y comprender, no había creado riqueza alguna: no había hecho más que dislocar la de los otros, absorbiéndola y acumulándola por medios ingeniosos, más o menos de acuerdo con la moral, pero que no infringían el menor precepto de los códigos. En esto se empeñó y consiguió Rafaela que D. Joaquín cambiase de método y conducta.

No si esto es feminismo; pero, en todo caso, mis reivindicaciones son modestas. Quisiera solamente que la sociedad cambiase la manera de casar a las jóvenes y la hiciese más conforme con la educación que recibimos.

Oído el señor vicario y fiándome en su juicio, yo no puedo menos de desear que mi padre se case con la Pepita. Como mi padre no es a propósito para hacer vida penitente, éste sería el único modo de que cambiase su vida, tan agitada y tempestuosa hasta aquí, y de que viniese a parar a un término, si no ejemplar, ordenado y pacífico.

Lo cual notado del ingenio mío, Me animó á que cambiase de instituto, Y á trocar el desierto por el río; Y aquél, como se precia de muy justo, Temí que esta niñez me agostaría O á buen librar que me volviera en bruto.

En la réplica le dio bastante matraca con aquella «segura servidora,» y la niña, en las cartas siguientes, modificó su despedida: el comienzo, o sea el «apreciableya le costó más trabajo que lo cambiase; al fin, se aventuró a llamarle «querido MiguelTodas las cartas se las leía éste a su hermana. Julia principió a sentir viva simpatía hacia aquella niña de menos edad aún que ella.

Quedó un instante inmóvil, y bajando al fin la cabeza unió sus labios a los de la niña con prolongado beso. Un fuerte soplo de viento había despertado el océano cuando se preparaba a dormir: agitose un instante en su inmenso lecho de arena, cual si cambiase de postura, y dejó escapar un sordo murmullo de disgusto. Las olas tornaron a rodar de nuevo con extrañas voces.

Temeroso el alcalde de que produjese esta vista una impresión análoga en el patriotismo de los habitantes, se propuso despertar en su corazón este noble sentimiento, por otro medio más eficaz y poderoso. El nombre de CALLE REAL ofendía sus orejas representativas. Quiso patriotizarlo, y publicó un bando para que aquel nombre malsonante se cambiase en el de CALLE DE LOS HIJOS DE PADILLA.