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Luego, como olvidando aquel pensamiento, prosiguió: Ciertamente Gonzalo es harto rendido. Cuanto más dura soy con él más parece desearme. Yo le quiero, le quiero de veras, Alvarez. En cambio Ramiro tan pronto se derrite como se enfada; hoy es arrope, mañana vinagre. Más orgulloso no lo hay.

El diputado español, en cambio, lejos de cobrar, paga. ¿Sabe usted cuánto me han costado a las elecciones? Veinte mil duritos. Así se demuestra el amor a la patria. Y aquí me tiene usted, en pleno mes de agosto, respirando este aire corrompido. Es el aire de la política. Yo había oído hablar de él, pero no lo había respirado nunca.

En cambio a sus hermanas, por extraño contraste, les habían quitado algunos años de encima desde que la menor tomara la investidura. Habían retrocedido hasta la infancia.

Esa es mi opinión. ¿La religión? , la religión... ¡Ellos no irán a misa! eso os causa pena; es natural; pero en cambio os enviarán dinero, mucho dinero... y vos lo tomaréis y haréis bien. Ya veis como no protestáis.

El Tarumbo no llevaba nunca labor propia; pero, en cambio, estaba siempre pendiente de la que hacían los demás. Cuando el Topero terminaba un par de abarcas, le traía otro del montón de las que tenía preparadas, y lo mismo hacía con las zapitas de Pepazos y con las banillas o las colodras o las cebillas de los que las necesitaban.

No observaban, por ejemplo, que sus ojos estaban velados á la continua por una humedad cristalina que los hacía más brillantes y tiernos y que sus labios, en cambio, se hallaban casi siempre secos.

El juicio que Mac Sangley aventuró con referencia al cambio de sentimientos que supuso haber experimentado Melisa, había ganado terreno, y muchos pensaron que Melisa había dado con el filón de una buena conducta.

En cambio, hoy día la anchurosa avenida del Brasil, a lo largo de la cual se contemplan muchas imponentes y lujosas mansiones conduce hasta el cerro, y desde los rompientes se destaca un hotel que bien merece el calificativo de magnífico. La historia de este suntuoso arrabal es muy sencilla.

Vamos, quedaos siquiera un día sin ostras, amigo Oliver, exclamó el barón riéndose, que si hoy habéis perdido vuestro plato favorito en cambio volvéis á ver á un amigo, á un compañero de armas. ¡Por San Martín! gritó el mofletudo personaje, olvidando toda su cólera. ¡Vos, Sir León, el paladín del Garona! ¡Bienvenido seáis!

No podía achacar este cambio de humor a una decepción sufrida por Maud. No; eso no. Lo afirmaba él, orgulloso de su poderío varonil.