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No puedo menos de contestar al señor de Priestley que el daño suyo estuvo, si hemos de hablar vulgarmente, en nacer desgraciado, mal que no tiene remedio: si hemos de raciocinar, en traer siempre trocadas las circunstancias, en no saber que mientras haya hombres la verdadera circunstancia es intrigar; estar bien emparentado; lucir más de lo que se tiene; mentir más de lo que sabe; calumniar al que no puede responder; abusar de la buena fe; escribir en favor, y no en contra del que manda; tener una opinión muy marcada, aunque por dentro se desprecien todas, procurando que esa opinión que se tenga sea siempre la que haya de vencer, y vociferarla en tiempo y lugar oportunos; conocer a los hombres, mirarlos de puertas adentro como instrumentos, y tratarlos como amigos; cultivar la amistad de las bellas, como terreno productivo; casarse a tiempo, y no por honradez; gratitud ni otras ilusiones; no enamorarse sino de dientes afuera, y eso de las cosas que puedan servir...

La madre, asaz desgraciada para dar á luz un hijo disforme, no podía librarlo: ahogábasele entre los colchones de la cama, suponiéndose ser hijo del diablo, una invención de su malicia para ultrajar á la Creación y calumniar á Dios.

Si alguno de los presentes, fuera de aquel salón venerable, se atrevía a calumniar a aquel santo, no se sabía, no se quería saber, pero en casa del gran Constantino nadie osaría poner en tela de juicio la santidad del Crisóstomo vetustense. Por poco tiempo consiguieron verse solos Ana y don Fermín. Fue en el gabinete de doña Petronila.

Como todos le halagaban y le complacían, y no había capricho que no consiguiera ni falta que no le fuese perdonada, imperaba en aquella casa como soberano absoluto, como señor de vidas y haciendas, siempre dispuesto a hacer el mal, complaciéndose en atormentar a los animales que caían en sus manos, gozándose en insultar y calumniar a los criados, en burlarse de todos, y en repetir las palabras más soeces aprendidas en la calle o de labios de los cocheros.

Posible es que las circunstancias se dispongan de tal suerte que un desgraciado no halle persona a quien volver la cara; pero no se debe suponer, sin insultar ni calumniar al linaje humano, que el desgraciado no halle a dicha persona porque en realidad no exista en el mundo. La desventura de Ramona llega, pues, al más raro cuando no al más increíble de los extremos.

LA JOVEN. ¡Caramba! ¡es bien duro oír calumniar así a un santo varón por un comunero, un masón! MUCHAS VOCES. ¡Un masón! ¡un comunero! ¿dónde está el masón? LA JOVEN. Ya lo oyen señores, él conoce a Pérez, que recibió, por la gracia de Dios, más bastonazos que barbas ha rapado ese barbero hereje en su vida.

De modo que no sabe usted una palabra.... Pues por eso pregunto.... Pero oiga usted, señor mío, por mucho que usted sepa y diga lo que quiera el señor Todd; ni la ciencia, ni santa ciencia, tienen derecho para calumniar a don Santos Barinaga; harto tiene el pobre con morirse de hambre y de disgustos, sin que usted por haber leído, sabe Dios dónde y con cuánta prisa, un articulillo acerca del aguardiente, digámoslo así, se crea autorizado para insultar a mi buen amigo y llamarle borrachón en términos técnicos.

Y disparataba sin conciencia; porque él, incapaz de calumniar a sus semejantes, cuando se trataba de santos y curas creía que no estaba de más. Ana leyó los versos de San Juan y entonces sintió la lengua expedita para improvisar oraciones; las recitaba en verso en sus paseos solitarios por el monte de Loreto que olía a tomillo y caía a pico sobre el mar.

Las muchachas del cuartón iban a burlarse de Margalida, regocijadas por este pretendiente extraño que rompía el orden de las costumbres. Los maliciosos tal vez iban a calumniar a Can Mallorquí, que tenía un pasado de honradez como la mejor familia de la isla.

Miguel Paleólogo atento á todas las ocasiones de calumniar toda nuestra nacion, se valió de esta, para persuadir á su padre, diciendo: que si no se atajaba luego la insolencia de los Catalanes, sería la total perdicion del Imperio, y de su casa, porque no contentos con la paga y sueldos tan excesivos, y con los despojos riquísimos del Asia, oprimian los pueblos amigos para satisfacer su codicia; que no por haber vencido á los Turcos quedaba el Imperio libre de servidumbre, si se esperaba más insufrible, y cruel de los Catalanes, en cuya mano estaba puesta la libertad comun: que en vano la habia recuperado su abuelo Miguel Paleólogo, hechando á los Latinos del Imperio, si segunda vez se les habia de entregar voluntariamente: que esto estaba muy cerca de suceder si no se atajaba su insolencia: que les quedaban aún sus fuerzas á los Griegos si sus trazas saliesen vanas para que de cualquier manera se oprimiese á los Catalanes: que la obligacion en que le habian puesto con librar sus Provincias de los Turcos, ya su arrogancia y mala correspondencia lo habia borrado, y sus victorias merecian nombre de agravios, no de servicios, pues en vez de establecer sus armas en una segura paz el Imperio, hacian nueva guerra á los pueblos amigos con intolerables contribuciones, y malos tratamientos.