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Los obreros al servicio de la Iglesia trabajan con la calma perezosa y la lenta prudencia que parecen envolver todos los actos de la religión.

¿La ha fregado V. ya? Si no la hubiera fregado, ¿cómo se había de limpiar? ¡Vaya una salida! No se incomode, Rufa dijo un poco acortada la niña. Y cogiendo un paño, se sentó con calma a secar los platos. Miguel se sentó cerca de ella. Voy a contarles a VV. un cuento dijo aquél tomando otro paño y poniéndose a secar platos también.

Estaba poseído de un estro impío, y fue la primera musa de esa gárrula poesía progresista que durante muchos años atontó a la juventud, persuadiéndola de que la libertad consiste en matar curas. ¡A leer, a leer! gritaron seis o siete voces. ¿Has acabado el párrafo del <i>cristianismo</i>? Calma y no me vuelvan loco dijo Gallardo sacando unos papelotes . No se puede ir tan aprisa.

A ese no hay quien le mate... Me lo dice el corazón. Otra desgracia más próxima quebrantó su calma. Un anochecer, al regresar á la avenida Víctor Hugo, encontró á doña Luisa con aspecto de terror llevándose las manos á la cabeza. La niña, Marcelo... ¡la niña!

Después uno de ellos, el más atrevido, y el mayor sin duda, pues tenía más de treinta pies de largo, dió un coletazo en tierra, subió al banco, que la marea iba ya cubriendo, y avanzó resueltamente hacia la chalupa. ¡Es horrible! exclamó Hans, temblando. ¡Valor, muchachos! dijo el Capitán, que no perdía su calma . Este es mío.

Deseamos el pasado glorioso, los brillantes siglos de los Reyes Católicos, de don Carlos y de los dos Felipes, y a ellos nos dirigimos cuando hablamos de que España vuelva a sus buenos tiempos. Pues esos siglos, don Antolín dijo Gabriel con calma , son los de la decadencia española; en ellos se inicia nuestra ruina. No me extraña su indignación: usted repite lo que le han enseñado.

Flimnap, que era el único que sabía lo que el orador pensaba decir, se estremeció considerando lo difícil que resultaba su trabajo. ¿Llegaría á exponer con habilidad, y sin que el público protestase, todo lo contrario de lo que había afirmado dos días antes?... Su confianza renació al ver la calma con que empezaba á hablar Gurdilo.

Para distraer las penas que por mi ausencia pudiera suponerse que tenía mi mujer, él había estado más parlanchín y chistoso que de costumbre. »Tuve calma para aguardar que se acostaran, y aun para aguardar que Beatriz se durmiera. Durante algún tiempo hubo en cierta energía de que ahora me estremezco. Pensé en matar a Beatriz a puñaladas mientras dormía.

La brisa levantaba el faldón del narrador, apareciendo su abdomen partido en dos hemisferios por la tirantez del botón único. Tío Caragòl, ¡que se le escapa! avisaba una voz burlona. El santo hombre sonreía con la calma seráfica del que se ve más allá, de las pompas y vanidades de la existencia. Déjalo: ya no vuela. Y emprendía el relato de un nuevo milagro.

La calma nocturna y la obscuridad envolvían en dulce caricia a Gabriel y Sagrario. Descendía de lo alto esa frescura misteriosa que parece reanimar el espíritu y agrandar los recuerdos. La iglesia era para ellos como una bestia enorme y dormida, en cuyo regazo encontraban tranquilidad y defensa.