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Pero trabajo inútil, porque á nuestro capitán, el sin par barón de Morel, destacarse del grupo de nobles, con su parchecito sobre un ojo como lo lleva estos días y despachar á aquellos perdularios con toda calma.

¿Sabes lo que vamos a hacer? indicó doña Lupe, algún tiempo después, aprovechando la relativa calma que en su sobrino se notaba . Pues vamos a darle de almorzar. Su mujer le agarró por un brazo para llevarle a la mesa, y él no hizo ninguna resistencia.

Os repito, señor barón, que la empresa pudiera muy bien resultar superior á nuestras fuerzas. Esos buques piratas son de primer orden y sus tripulantes gente desesperada, que lucha hasta morir. Pues amigo, os envidio la buena vista que tenéis, contestó el señor de Morel con imperturbable calma, guiñando sus ojillos irritados.

Tu cuerpo cercaré de espesas nieblas, Para que tu alma brille en las tinieblas Cual faro celestial; Y se estiendan las alas de tu alma, Para volar á la region de calma Donde se olvida el mundo terrenal.

Entonces Soledad, volviendo hacia ella su rostro contraído por la ira, dijo con afectada calma: Desde que y Velázquez os entendéis tan bien. Por si se muere Pepe, no quiero serviros de impedimento. Paca soltó una carcajada. ¡Acabases de reventar, criatura!... ¿Conque Velázquez y yo nos entendemos?... ¡Qué traición! ¿verdad ?

¿Pero te haces cargo de la hora que es? dijo la de Bringas, recobrando la esperanza. Si vive muy cerca de aquí, en la calle de la Sal... ¿Pero te estás con esa calma? Quia... Tendré tiempo de peinarme. ¡Celestina! Mujer... no tienes tiempo. Refugio se levantó. Rosalía, dando algunos pasos hacia ella, cogió el vestido y lo ahuecó, haciendo ademán de ponérselo...

Precisamente por eso replicó con displicente laconismo. Hubo unos instantes de silencio. Tristán comenzó a hablar en voz baja y afectando mucha calma. En realidad, había padecido una equivocación lamentable depositando su confianza en Estévanez, porque éste jamás había dejado pasar ninguna obra apreciable.

En las postreras horas del crepúsculo, cuando respira todo paz y calma, y la tristeza reina en el ambiente oloroso a sampagas...; ese momento hermoso del sol que se desmaya, ocultando sus últimos fulgores en las cumbres lejanas, para dar paso a la plateada luna que en luces se desata; cuando pára el acento de las corrientes mansas, y de las ramas dormidas descansan sosegadas las mayas que anhelantes sólo sueñan en la pronta alborada para lanzar de nuevo por los aires la voz de su garganta; cuando parece que la gente toda el calor del hogar busca en sus casas, gusta en estas horas de quietud solemne mi fantasía alada de remontarse hasta el azul del cielo a regiones soñadas donde no existen viles opresores, ni pasiones funestas y malvadas.

Y cuando se ha dado este paso, se concluye mirando hacia dentro, metiendo la sonda en el meollo, desmenuzando lo que hay allá, viéndolo con ojos de aumento, estudiándolo con calma, estimándolo con cariño y dándose por muy satisfecho del hallazgo, por mezquino que sea; satisfacción que trae consigo cierta seguridad, cierta confianza que antes no había en las propias fuerzas morales... Todo esto creo yo que es muy disculpable y hasta natural en la mísera condición humana.

El hoyo profundo, la sutil capa de agua y la franja de espuma, se suceden con desorden hasta abajo de la pendiente donde el arroyo recobra su calma y la regularidad de su curso. ¡Y cuán grande es también la diversidad de las cascadas! Yo conozco una, encantadora entre todas, que se oculta bajo las flores y el follaje.