United States or Azerbaijan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Fatigado de saltar setos y regatos y de trepar por cerros y colinas, tornaba hacia su casa una mañana el huésped de don Silvestre, con la escopeta al hombro y sin haber podido matar más que dos gorriones y una calandria.

Nunca he visto una calandria como la que se posó en el mes de julio sobre el promontorio de Vallière. Animada del espíritu de las flores, subía por el espacio, reflejando sobre su plumaje los rayos del sol poniente bajo el Océano.

Finalmente, como yo tuviese fama de gran labrandera, mi señora la duquesa, que estaba recién casada con el duque mi señor, quiso traerme consigo a este reino de Aragón y a mi hija ni más ni menos, adonde, yendo días y viniendo días, creció mi hija, y con ella todo el donaire del mundo: canta como una calandria, danza como el pensamiento, baila como una perdida, lee y escribe como un maestro de escuela, y cuenta como un avariento.

Tapémonos ambas orejas, contra el graznido áspero y soez de ese cuervo que dice al mundo: oid en mi graznido el gorgeo dulce y apasionado de la calandria y del ruiseñor.

Cuando veía una higuera, la llamaba sauce; todos los chopos eran para él cipreses; las gallinas antojábansele palomas y no hubo jilguero ni calandria que él con la fuerza de su fantasía, no trocara en ruiseñor. Más de una vez le nombrar Pamela á su criada, y que únicamente dejó de llamar Clarisa á su lavandera señá Clara, cuando ésta manifestó que no gustaba de que la pusiesen motes.

Fue creciendo la edad, y acordó el padre de Quiteria de estorbar a Basilio la ordinaria entrada que en su casa tenía; y, por quitarse de andar receloso y lleno de sospechas, ordenó de casar a su hija con el rico Camacho, no pareciéndole ser bien casarla con Basilio, que no tenía tantos bienes de fortuna como de naturaleza; pues si va a decir las verdades sin invidia, él es el más ágil mancebo que conocemos: gran tirador de barra, luchador estremado y gran jugador de pelota; corre como un gamo, salta más que una cabra y birla a los bolos como por encantamento; canta como una calandria, y toca una guitarra, que la hace hablar, y, sobre todo, juega una espada como el más pintado.

Sabía tocar la guitarra rasgueando y de punteo; cantaba como una calandria, tanto las melancólicas playeras como el regocijado fandango. Su memoria era rico arsenal o archivo de coplas, tiernas o picantes, en que la casta musa popular no siempre merecía el mencionado calificativo con que algunos la designaban. No se entienda por esto que doña Inés gustase de conversaciones libres y escabrosas.

Dice tu mamá que te estoy mimando mucho. Toma, golosa le dijo él alargándole un pedazo de tortilla en el tenedor. Después de comérselo, la Delfina corrió al comedor. Al poco rato volvió riendo. «Aquí te tengo reservada esta pechuga de calandria. Toma, abre la boquita, nena». La nena cogió el tenedor, y después de comerse la pechuga, volvió a reír. ¡Qué alegre está el tiempo!

Entendía además el señor de Figueredo que Rafaela cantaba como un sabía o como un gaturramo, que son la calandria y el ruiseñor de por allí, y que en punto a danzar echaba la zancadilla a la propia Terpsícore.

Con tal lectura se modera y mitiga el moceril romanticismo. Ya su generación pone el oído a los consejos de la escuela realista. Y la novela La Calandria que publicara Delgado en 1889, en la Revista Nacional de Letras y Ciencias, es obra de regionalista y costumbrista.