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Hizo un gesto de conmiseración y respondió muy despacio: Amigo mío, no caigamos en las complicaciones novelescas. ¿Como quiere usted hacer admitir á un perro viejo de los tribunales, como yo, que un juez de instrucción haya podido enviar á la Audiencia un procesado si no se hubiera cometido un crimen? ¿Olvida usted que he visto la causa, el acta de defunción, la diligencia de confrontación, el interrogatorio del acusado, que no negó estar en presencia del cadáver de su querida, y, en fin, todo, todo... ¡Vamos á ver!

D. Francisco, por mucho que caigamos, nunca caemos hasta lo hondo.... Pero vamos al caso: para todo eso que le he dicho, y para que Martín se reponga y pueda salir al campo, necesitamos tres mil reales... y no digo cuatro porque no se asuste. Es lo último. , D. Francisquito de mi alma, y confiamos en su buen corazón.

Consignemos pues el hecho, y no caigamos en la extravagancia de afirmar que en el umbral del templo de la filosofía está sentada la locura. Al examinar su objeto, debe la filosofía analizarle, mas no destruirle; que si esto hace se destruye á propia. Todo raciocinio ha de tener un punto de apoyo, y este punto no puede ser sino un hecho.

Para apoderarnos de ellos, es preciso, que caigamos encima como un rayo... ¿Pero yo los conozco? preguntó con angustia la anciana. No me pregunte usted, respondió Tragomer; conténtese con la esperanza que le doy. Después de haber vivido durante dos años en el aniquilamiento y en el dolor, puede usted volver á la esperanza y á la alegría. ¡La alegría! ¡Ay!

Pues ¿porqué esta ha de defender la entrada en este rio á los enemigos de la corona, y á nosotros se nos ha de demostrar tan propicia, que ni la barra, ni los vientos contrarios, ni las noches, dejan de franqueárnosla? ¡Y es posible que caigamos en tal error!

Honor al que en las filas Peleando como bueno, Consagre á sus hermanos La vida en oblacion! La palma del martirio Circundará su frente, Que de los hombres libres Tendrá la bendicion! El fuego y el acero Llevamos en las manos, Lidiemos con denuedo, Caigamos con valor, Y antes que ver la patria Revuelta por el fango, En pálidas cenizas Salvemos el honor.

Esos tunos, para alejarnos de nuestro campamento, o tal vez para que caigamos en una emboscada, han arrancado esas plantas y las tienen en las manos con una habilidad sorprendente. No es un recurso nuevo para esta gente, ahora que me acuerdo. ¿Será verdaderamente así, tío? , muchacho, y si fuera de día podrías convencerte. ¡Canallas!

Ya no vamos de carrera Por la estendida pradera, Pues somos viejos los dos. ¡Oh mi moro! quiera el cielo Caigamos juntos al suelo Al decir al mundo A dios! «El cuello atado á la servil cadena «Del tirano postrándose á los piés, «Buenos Aires esclava y miserable «Ya no es el pueblo de ochocientos diez