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La historia de la cadina era cierta, mas la babucha habíala comprado él en el Gran Bazar, por mero capricho, a uno de esos viejos turcos de rostro impasible, ojos de vidrio, enorme turbante y caftán naranjado, que recuerdan todavía en la Constantinopla moderna los tiempos de Bayaceto y Solimán el magnífico.

El Emir se había despojado de su caftán de seda, e iba vestido como los demás, con un terno a cuadros y un sombrero tirolés. ¡Adiós poesía! El príncipe de ojos de brasa, que habían perturbado por unas horas a la sensible Nélida, era vendedor ambulante en Buenos Aires.

Y esa lengua que en sonoros versos de cantos antiguos habia cautivado á los apasionados Arabes cuando hijos del desierto, ¿de qué bellezas no será susceptible ahora que el círculo de las impresiones se ha dilatado tanto para los que viven entre las riquezas de la naturaleza domada por el arte, y á la benéfica sombra de un soberano que retribuye con cincuenta mil doblas un sencillo poema , y que premia al bardo vencedor en los certámenes de Ocadh con cien dinares de oro, un caftan bordado, un arrogante caballo, una linda esclava, y el título de príncipe durante un año?

El pecador cae en tierra sin sentido, y cuando se recobra de su aturdimiento, no es ya el mismo que antes; arroja lejos de caftán y turbante, cúbrese con un saco de cerda, pide á Dios con súplicas de arrepentimiento que le conceda su gracia, y sólo ansía lavar sus pecados.

A la cabeza de la fila, dirigiendo las evoluciones de la danza y acompañándola con patadas y gritos, destacábase un joven altísimo y enjuto de carnes, con nariz aguileña, fino bigote y ojos ardientes. Se cubría con un caftán sucio y magnífico de seda roja bordada de oro. Estos bordados habían tomado con los años un empañamiento verdoso.

Por su amor engrandecido, por él á todo resuelto, olvidado de su madre, viendo en su amor su universo, Ataide al leon se arroja, desnudo el tajante acero, revuelto rápidamente, el caftan al brazo izquierdo; y resuena un grito herido, un grito de horror supremo: ella no ve más que un grupo en que se agitan revueltos, confundidos, hombre y fiera: Ataide en círculo estrecho se ciñe al leon, le evita, al burlar su furor ciego larga herida le produce, y rápido revolviendo, vuelve á burlarle y á herirle y redobla su ardimiento, siempre el caftan por escudo y por ofensa el acero.

Un traje la civilización romana, otro la Edad Media; el frac no principia en Europa sino después del renacimiento de las ciencias; la moda no la impone al mundo, sino la nación más civilizada; de frac visten todos los pueblos cristianos, y cuando el sultán de Turquía, Abdul Medjil, quiere introducir la civilización europea en sus Estados, depone el turbante, el caftán y las bombachas, para vestir frac, pantalón y corbata.

Al aire ondea su toca blanca, caftan le cubre de burda lana, su talle ciñe revuelta faja que el curvo alfanje sostiene y guarda; cubren sus piernas rudas abarcas, y el carcax lleno de fuertes jaras, y la ballesta sobre la espalda, y el cervatillo que al hombro carga, revelan, cierto, que es pobre y caza, y que cazando su vida gana.

Y olvidó su cervato, su ballesta y su roto caftan de sangre rojo, y Leila, ansiosa, de terror traspuesta, ¡Que él se salve! exclamó ¡yo estoy dispuesta! ¡Sálvame , Señor, que á me acojo! Á poco, fiero se mete sobre un caballo lanzado á rienda suelta, en el prado, un fatídico jinete. Deshecho su capellar, al aire en desórden flota; y de su roja marlota el recrujiente ondear;