United States or Brunei ? Vote for the TOP Country of the Week !


Había engordado mucho desde entonces: la seda del pecho, cruelmente estirada, parecía próxima á estallar á impulso de los ocultos y comprimidos globos; la falda, amplia en otros tiempos, se ajustaba como un mallón sobre las caderas.

Los mozos, en vez de enojarse, reciben con estampidos de risa los discursos de Bartolo. Nadie quiere admirar á aquel zagal esforzado, que lo mismo en la paz que en la guerra ostenta su constancia y su fortaleza. Algunos se propasan á embromarle, se burlan de su cerviguillo luciente, de sus caderas un poco derrengadas, de su marcha tortuosa y vacilante.

Quedeme absorto al ver cómo aquella criatura había aprendido a mover caderas, piernas y brazos con tanta sal y arte tan divino cual las más graciosas majas de Triana.

El ama no desmentía su raza por la anchura desmesurada de las caderas y redondez de los rudos miembros.

Cubrían el resto de su abultada persona una blusa negra apretada á la cintura por un cordón, que hacía más visible la exagerada curva de sus caderas, y unos pantalones que, á pesar de ser anchos, resultaban tan ajustados como el mallón de una bailarina. ¡Pero usted es una mujer! exclamó Gillespie, asombrado de su repentino descubrimiento.

Diríase que era el genio protector de aquel lugar, el duende del Círculo Rojo; las notas del mantón, del pañuelo, de las flores y cintas se reunían en un vibrante acorde escarlata, a manera de sinfonía de fuego. Adelantose intrépida la muchacha levantando en alto el ramo y recogiendo, con el brazo libre, el pañolón, cuyos flecos le llovían sobre las caderas.

Damas de idéntico color ostentaban las últimas modas de París, balanceando con orgullo las caderas y sus enormes vecindades, avanzando el belfo desdeñoso bajo el ala de un sombrero floreado.

Su vista recorría aquella nuca rematada por la apretada cabellera rubia, como una cimera de oro; el cuello blanco, redondo, carnoso; la espalda amplia y esbelta, oculta, bajo una blusa de seda azul, adelgazando sus líneas rápidamente en el talle y ensanchándose después, para marcar el contorno de las caderas bajo la falda gris ajustada en armónicos pliegues como los paños de una estatua, y por cuyo borde asomaban los sólidos tacones de unos zapatos ingleses, encerrando el pie pequeño, ágil y fuerte.

Aunque ya no era joven, su cuerpo fuerte, su piel tersa y blanca, sus brazos fornidos, sus caderas exuberantes excitaban la lujuria de aquellos miserables que vivían en tinieblas. «La Muerta es un buen bocado», se decía en las minas.

Movía las caderas, retorcía el busto, acompañaba con balanceos su monótona canturía oriental, sonreía lo mismo que una mujer de aduar que baila ante la tribu la «danza del vientre».