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En el baño habia una torre, memorable por haberse parado en ella despues que la ahuyentaron, segun cuenta la piadosa leyenda, la paloma blanca que se dejó ver sobre el cadáver del mártir S. Eulogio arrojado al rio.

Y la rodee un brazo a la cintura. ¡Oh! ¡qué es esto! ¡Dios mío! exclamó Amparo levantándose pálida como un cadáver. Mis celos son justos dije fingiéndome desesperado tu amor hacia un ser misterioso, te hace horrible toda demostración de amor por mi parte.

Vino luego una compañía de valerosos soldados á domar aquella nación y vengar la muerte del P. Caballero, y llevar su santo cadáver á aquella Reducción. Llegaron allá los españoles al ponerse el sol, por lo cual quisieron esperar al día siguiente para recoger las sagradas cenizas.

La zozobra de éste y las tinieblas servían de auxiliares a un nuevo delito. Las sombras vivientes llegaron al pie del parapeto del río. Fortunato, con su fúnebre carga sobre los hombros, subió el tramo de adobes y se inclinó para arrojar el cadáver. ¡Horror!... El muerto arrastró en su caída al vivo.

Tal vez con motivo de esta solemnidad universal consigamos su indulto, y usted podrá presenciar todas nuestras fiestas. Pero el profesor abandonó repentinamente este ensueño optimista. Vió con la imaginación á su amado gigante tendido en la playa, inerte como un cadáver, las carnes verdosas y descompuestas por el veneno y revoloteando sobre su rostro, en fúnebre espiral, miles y miles de cuervos.

El padre, siempre sentado en una silleta de esparto bajo el emparrado de la puerta, fumaba cigarro tras cigarro, impasible como un oriental, volviendo la espalda á su vivienda, cual si temiera ver el blanco catafalco que servía de altar al cadáver de su hijo. Por la tarde aún fueron más numerosas las visitas.

Regresa al mismo tiempo el que se creía muerto; obstáculos insuperables han impedido su vuelta en la época oportuna. Su primer entrevista es horrible: Diego, al verse privado para siempre de su amada, se da la muerte, é Isabel, vencida por la fuerza de su dolor, cae moribunda al lado del cadáver de su primer amor, diciendo en sus últimas palabras que sólo él es su verdadero esposo.

Desesperado, abatido, cae despues en una profunda melancolía: no puede ya con sus recuerdos, no puede ya con su dolor: vedle exhalando su último suspiro. Ha muerto, y no suena en todo el palacio ni un gemido; no hay quien derrame una lágrima siquiera. Todo es silencio en torno del cadáver: apenas hay quien se atreva á mirarle, y hasta sus mismos hijos se cubren el rostro por no verle.

Luego resolvieron trasladarlo á Fuerte Sarmiento, ya que debía ser enterrado finalmente en el cementerio de dicho pueblo. Así evitaban las manifestaciones que podían surgir en la Presa si el cadáver era llevado allá. Regresaba Watson de Fuerte Sarmiento y había dejado á sus espaldas las primeras casas del pueblo, cuando se encontró con Canterac.

Y diciendo esto, dobló con ansia la esquina de la calle de San Bernardino, donde él mismo había puesto el cadáver del sargento mayor. Apenas salió el duque de Lerma por la puerta principal, cuando doña Ana, aterrada aún, se fué á buscar al cocinero mayor, que se había quedado dentro de la casa.