United States or Niue ? Vote for the TOP Country of the Week !


Poco á poco, en efecto, fué desapareciendo la palidez del rostro, que volvió á teñirse de vivo carmín. Los labios se fueron plegando para ocultar las dos filas de primorosos dientes que habían mostrado hasta entonces. Con el pañuelo se enjugaba el sudor del rostro y cuello. Tenía la cabeza cubierta de hierbas y hojas menudas que se habían enredado en el cabello.

SANCHO. Tu padre dice que ya Tiene la palabra dada A un criado de don Tello: ¡Mira qué estrañas mudanzas! ELVIRA. No en balde mis esperanzas Colgaba amor de un cabello. ¿Que mi padre me ha casado, Sancho, con hombre escudero? Hoy pierdo la vida, hoy muero. Vivid, mi dulce cuidado; Que yo me daré la muerte. SANCHO. Paso, que me burlo, Elvira.

A trangullones despachó la comida, apresurándose a largarse a la calle. Tal era su miedo de que la señora le viese, que bajó la escalera a escape, y se le erizaba el cabello pensando en que si Guillermina subía cuando él bajaba, no tendría dónde meterse para evitar su encuentro.

Ahora dame un beso en cada mejilla... Aun sigue el calor, ¿no es cierto?... Ahora quiero que beses las trenzas de mi pelo... Aguarda..., déjame sacarlas que estoy acostada sobre ellas... A ti no te gusta el cabello negro..., ya lo ..., pero eres muy amable y lo besarás para darme gusto... Ricardo iba besando tiernamente los sitios que le señalaba.

Sin duda, , sin duda, pero desconfía de los cumplimientos exagerados y de la vanidad. ¡Bah! Es tan natural el deseo de agradar; nada de malo hay en ello. ¡Hum! he ahí una moral de manga algo ancha respondió el cura revolviéndose el cabello.

¿Eh, quién va? dijo entonces, volviéndose. Entre las sombras de la sala distinguió la figura de la niña que estaba antes sentada debajo del corredor. Podría contar quince años de edad, y a lo que logró percibir, tenía una carita redonda y morena, bastante insignificante, y gastaba el cabello en trenza todavía. Dice mi tía que si quiere V. cenar manifestó la chica, con voz temblorosa.

Le miraba el pelo renegrido, hecho una pasta, como un casco de alquitrán. No se le movía un cabello, y no pude menos de pensar que su inteligencia y su espíritu eran lo mismo, inmóviles. Pero ¿cómo se te declaró? ¿qué te dijo? Luego agregó que «se atrevía a suponer» que no sería rechazado.

El cuarto está a media luz, una luz como la de las estrellas, que viene de la lámpara de velar, con su bombillo de color de ópalo. Pero se ve, hundida en la almohada, la cabecita rubia. Por la ventana entra la brisa, y parece que juegan, las mariposas que no se ven, con el cabello dorado. Le da en el cabello la luz.

Mira; me recojo el cabello, así como lo tengo siempre, y me pongo ¿te acuerdas? como en el día de la procesión, me pongo una camelia. Y Lucía, como alocada, hacía que no la oía. Le deshacía el peinado, le recogía el cabello a la manera que decía. «¿Así? ¿No?

El hilo se había roto y la espada de Damocles me cayó sobre el corazón. ¡Qué poco sentido común el de ese rey! ¡Atar una espada de tanto peso con un hilo tan débil! ¿No dice la historia que fue de un cabello? estoy por creerlo. Sin duda alguna, yo esperaba esta revelación, pero mientras los hechos no se verifican, ¿qué criatura humana no abriga en el fondo de su corazón un poco de esperanza?