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Diciendo Liropeya estas razones, El bravo Yanduballo muy modesto Soltó la lanza, y hace las acciones, Y á Caraballo ruega baje presto. El mozo conoció las ocasiones, Y muévele tambien el bello gesto De Liropeya, y baja del caballo, Y siéntase á la par de Yanduballo.

Cuantos tenían caballo, y no pocos que sólo tenían mulo o burro, fueron de madrugada a recibirle en la estación, con D. Acisclo al frente, y a eso de las once volvieron todos con el diputado, caballero éste en el hermoso caballo negro de doña Luz.

Estaba segurísimo de que habían quedado en las cuatro mil. En ese supuesto lo había entregado. De otro modo nunca hubiera dejado salir el caballo de la cuadra. El duque le dejó hablar cuanto quiso, lanzando sólo algún gruñido de duda, pero sin alterarse poco ni mucho.

-Antes es al revés; que, como de stultorum infinitus est numerus, infinitos son los que han gustado de la tal historia; y algunos han puesto falta y dolo en la memoria del autor, pues se le olvida de contar quién fue el ladrón que hurtó el rucio a Sancho, que allí no se declara, y sólo se infiere de lo escrito que se le hurtaron, y de allí a poco le vemos a caballo sobre el mesmo jumento, sin haber parecido.

Mi señora, que iba a las ancas, con voz baja le decía: ¿Qué hacéis, desventurado? ¿No veis que voy aquí? El alcalde, de comedido, detuvo la rienda al caballo y díjole: ''-Seguid, señor, vuestro camino, que yo soy el que debo acompañar a mi señora doña Casilda'', que así era el nombre de mi ama.

que V., á pesar de los años, está firme como un roble, por lo cual me prometo que ha de dar conmigo largos paseos á caballo y á pie, y ha de acompañarme á cazar perdices. Tengo dos magníficas escopetas inglesas, que compré en Calcuta, y con las cuales he cazado tigres, tan grandes algunos de ellos como borricos.

Sobre la consola había un santo bajo fanal, dos floreros de loza con ramos de mano y varias fotografías; el retrato de la condesa con galas de baile, haciendo pareja a éste el de Cristeta en traje de teatro, el del conde a caballo y, por último, los de Manolo e Inés, él con capa y ella con mantilla de casco.

Este tal sobrino es un muchacho que ha recibido una educación de las más escogidas que en este nuestro siglo se suelen dar; es decir esto, que sabe leer aunque no en todos los libros, y escribir, si bien no cosas dignas de ser leídas; contar no es cosa mayor, porque descuida el cuento de sus cuentas en sus acreedores, que mejor que él se las saben llevar; baila como discípulo de Veluci; canta lo que basta para hacerse rogar y no estar nunca en voz; monta a caballo como un centauro y da gozo ver con qué soltura y desembarazo atropella por esas calles de Madrid a sus amigos y conocidos; de ciencias y artes ignora lo suficiente para poder hablar de todo con maestría.

El descendiente del cosaco Lubimoff cambió de rostro, adquiriendo una fealdad salvaje. Su nariz pareció ensancharse aún mas. Levantó á su vez el látigo y tiró un golpe. Pero el coronel había metido su caballo entre los dos, recibiendo parte del fustazo en una mejilla, que empezó á sangrar. La vista de la sangre y la consideración de que el golpe era para ella enloqueció de cólera á la joven.

El picador, sobre esta debilidad agónica, dirigíase al encuentro de la fiera. ¡Vaya por ustés! gritaba arrojando su sombrero a un grupo de amigos. Y apenas se colocaba ante el toro, clavándole su pica en el cuello, hombre y caballo iban por lo alto, partiéndose el grupo en dos piezas con la violencia del choque y rodando cada una por su lado.