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El duque de Alba cogió la brida del caballo de su monarca. «Señor: que vuestra vida vale más que el triunfo.» Y el Emperador, serenándose, volvía al fin sobre sus pasos, y con un gesto de agradecimiento majestuoso se quitaba la cadena de oro pendiente de su cuello, para colocarla sobre los hombros de Febrer.

-Es una ciencia -replicó don Quijote- que encierra en todas o las más ciencias del mundo, a causa que el que la profesa ha de ser jurisperito, y saber las leyes de la justicia distributiva y comutativa, para dar a cada uno lo que es suyo y lo que le conviene; ha de ser teólogo, para saber dar razón de la cristiana ley que profesa, clara y distintamente, adondequiera que le fuere pedido; ha de ser médico y principalmente herbolario, para conocer en mitad de los despoblados y desiertos las yerbas que tienen virtud de sanar las heridas, que no ha de andar el caballero andante a cada triquete buscando quien se las cure; ha de ser astrólogo, para conocer por las estrellas cuántas horas son pasadas de la noche, y en qué parte y en qué clima del mundo se halla; ha de saber las matemáticas, porque a cada paso se le ofrecerá tener necesidad dellas; y, dejando aparte que ha de estar adornado de todas las virtudes teologales y cardinales, decendiendo a otras menudencias, digo que ha de saber nadar como dicen que nadaba el peje Nicolás o Nicolao; ha de saber herrar un caballo y aderezar la silla y el freno; y, volviendo a lo de arriba, ha de guardar la fe a Dios y a su dama; ha de ser casto en los pensamientos, honesto en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con los menesterosos, y, finalmente, mantenedor de la verdad, aunque le cueste la vida el defenderla.

Consintió, subí en el caballo y di dos vueltas calle arriba y calle abajo sin ver nada, y al dar la tercera asomóse doña Ana. Yo que la vi y no sabía las mañas del caballo ni era buen jinete, quise hacer galantería: dile dos varazos, tiréle de la rienda; empínase y, tirando dos coces, aprieta a correr y da conmigo por las orejas en un charco.

Los jóvenes bogotanos comparan un mosaico a un concierto clásico a puerta cerrada... y son capaces de montar a caballo y largarse a la hacienda al menor anuncio de un festival semejante. Pero ya he dicho que los jóvenes allí son unos escépticos empedernidos, que no creen en nada, ni aun en las dulzuras de la rima con te.

Llamaron al mejor veterinario de la ciudad; pero el caballo no mejoraba, y por la tarde desvaneciéronse las ilusiones que tenían las niñas de pasear en carruaje.

Montaba a caballo todos los días y frecuentaba el juego de pelota; por la noche asistía a uno de los teatros de ópera y luego hacía su partida de whist en el club.

¡Cuidado! gritó Materne. Oíanse también los relinchos de un caballo que se hallaba fuera y las recias pisadas de una muchedumbre de gentes que andaban por el pasillo, por el patio y delante de la alquería; la casa parecía conmoverse hasta sus cimientos. De repente, sonaron unos disparos en las ventanas de la sala baja. Las dos mujeres se vestían apresuradamente.

Después, Teresa, mujer hacendosa, preguntó á su marido por el resultado del viaje, quiso ver el caballo, y hasta la triste Roseta olvidó sus pesares amorosos para enterarse de la adquisición. Todos, grandes y pequeños, fuéronse al corral para ver el caballo, que Batistet acababa de instalar en el establo.

¡Pero qué divina, Ana, pero qué divina! le decía a la Regenta cara a cara, y con voz gangosa, la hija mayor del Barón, Rudesinda, que según don Saturnino Bermúdez, era una belleza ojival. En efecto, parecía una torrecilla gótica, aunque, por ciertas curvas del busto, sobre todo del cuello, a la Marquesa se le antojaba «un caballo de ajedrez».

Esta guardia divide las jurisdicciones de Santa de la Vera Cruz, y de Córdoba del Tucuman. Al amanecer pasé el Saladillo, cuyo fondo alcanzaba la cincha del caballo, y su anchura era de 48 pasos del caballo, su agua muy salada por causarlo la sierra de donde nace.