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Ir veinte ó treinta caballeros honrados acompañando en Tayabas, por ejemplo, al Alcalde, encontrar á quinientos indios, en el camino, y á buen seguro que no oiréis ni á uno solo emplear el plural en sus salutaciones. Se quitará el sombrero, se inclinará ante el Alcalde, y solo dirá magandang hapon , es decir, buenas tardes, señor. El Señor, en este caso, es el castila.

Abrirle las puertas de una casa es abrirlas a la liviandad, a la seducción, a la imprudencia. Esto es todo lo que acerca del Sr. de Araceli, sin quitar ni poner cosa alguna. Presentación estaba absorta y doña María aterrada. Señora, señorita y caballeros repuse yo, no disimulando la risa . Al Sr. D. Pedro del Congosto han informado mal respecto al suceso que últimamente ha contado.

Mi popularidad era inmensa; hasta caballeros, tales como usted, señor, iban a mi casa; vendí mi comercio y compré esto que está, como quien dice, en un rincón de mundo. ¿Comprenden? Una intuición poética singular hizo que mientras hablaba cambiase poco a poco de posición, de manera que las mudas ruinas del enfermo se interpusieran entre ella y sus oyentes.

Pues que tendremos torneo. ¡Bravo! . El arrogante Captal de Buch se ha empeñado en demostrarnos que él y otros cuatro caballeros gascones pueden hacer morder el polvo á los cinco mejores paladines ingleses de cuantos hay en Burdeos á la fecha.

Al verse olvidada la grave señora de los lentes, sin poder entender una palabra del nuevo idioma empleado en la conversación, habló en voz alta, mostrando las córneas de sus ojos vueltas hacia arriba por el entusiasmo. ¡Oh, España! dijo en inglés . ¡Tierra de caballeros!... ¡Cervantes!... ¡Lope!... ¡El Cid!... Se detuvo, buscando algo más.

Luego, esta dinastía de soldados del mar, al retirarse de la navegación comercial, había rendido tributo de sangre a la seguridad de los reinos cristianos y a la fe católica haciendo ingresar una parte de sus hijos en la santa milicia de los caballeros de Malta.

Un cordón interminable de damas y caballeros, vestidos con suma elegancia, entra y sale, pasando por entre las mesas dispuestas en el amplio y largo pórtico del hotel. Alrededor de cada mesa se reúnen grupos que contemplan los incidentes del paseo, mientras toman los refrescos.

La primera noche dominaron al fin, tras largo debate, las ideas afirmativas. «¡Casarme yo, y casarme con un hombre de bien, con una persona decente...!». Era lo más que podía desear... ¡Tener un nombre, no tratar más con gentuza, sino con caballeros y señoras! Maximiliano era un bienaventurado, y seguramente la haría feliz.

-Mi profesión -respondió el cura-, que es de guardar secreto. ¡Cuerpo de tal! -dijo a esta sazón don Quijote-. ¿Hay más, sino mandar Su Majestad por público pregón que se junten en la corte para un día señalado todos los caballeros andantes que vagan por España; que, aunque no viniesen sino media docena, tal podría venir entre ellos, que solo bastase a destruir toda la potestad del Turco?

El libro becerro de Segovia nombraba siempre algún antepasado suyo en las anuales correrías de los caballeros contra los moros de Jaén, de Sevilla, de Andújar.