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Se marchó de mañana al rumbo de SSE, pasando unos grandes esteros, donde se maltrató la caballada que conducia el tren: este mismo dia pasamos por unos médanos de arena muy altos, que en su concavidad conservan una laguna de agua dulce, y á su orilla vimos un toldo, y en él un indio muerto, pariente de nuestro aliado el cacique Lepin, el que hacia poco tiempo habia fallecido de viruelas, por cuyo motivo se le puso á dichos médanos, el nombre de Indio muerto.

Habiendo caminado de mañana distancia de cinco leguas, llegamos á pasar un gran arroyo de mucha barranca y profunda: y siguiendo el mismo rumbo del E, llegamos á las doce del dia á un arroyo pequeño, donde paramos para que comiese la gente de lo que se habia cazado, y descansase la caballada un poco.

Sus estómagos, poco habituados al pienso fuerte con que pretendían reanimar sus fuerzas, iban sembrando el pavimento de residuos humeantes y mal cocidos por una digestión anormal. Para montar esta miserable caballada, trémula de locura o próxima a desplomarse de miseria, necesitábase tanto valor como para hacer frente al toro.

Dia 8. Caminamos de mañana; y á distancia de cinco leguas y entre unos cerrillos, á cuya falda corre un arroyo, hallamos á todos nuestros indios acampados. Aquí paramos el resto del dia para que descansase la caballada, dándole noticia dichos indios al Comandante iba el rastro como para el Rio de Quequen arriba. Estos campos son muy doblados y sin leña. Dia 9.

En estos pocos dias se nos aniquiló la caballada por defecto de los pastos y la agua salada, y á un mismo tiempo se nos iba acabando el bastimento, pues no habia mas de siete toros: no obstante que el Comandante por divertir los pensamientos de la tropa, los hacia formar á las tardes, mandándoles hacer algunas evoluciones. Dia 26.

Bien queria yo haber proseguido con otras empresas, pero me precisado á no internarme mas: lo primero, por contemplarme muy falto de caballada, que en una marcha tan larga y de caminos tan fragosos la miraba muy aniquilada: lo segundo, por estar cerciorado de las prisioneras, que por todas aquellas serranias eran muchas las tolderias é indiadas que habia: y lo tercero, el tener presente la proximidad de las cosechas de este país.

Llegamos á una laguna á las cinco de la tarde, poco mas ó menos, habiendo caminado como 16 leguas, en cuya distancia no se encuentra aguada, y en ella se dió providencia de dejar la caballada.

La caballada de varios escuadrones iba suelta por los prados, destruyendo bajo su pateo los canales, los bordes de los taludes, el alisamiento del suelo, todo un trabajo de largos meses. La leña seca ardía en el parque con un llameo inútil. Por descuido ó por maldad, alguien había aplicado el fuego á sus montones.

Con lo ocurrido del dicho tiro, se alborotó nuestra caballada, que no estaba lejos; de tal suerte que estuvo para llevarnos por delante ó descomponernos la formacion: y lo hubiera hecho si no hubiera sido por algunos fusilazos que se le tiró por delante, con lo que mudó su tropel de rumbo; al que acudiendo yo con 25 hombres los pude contener y sosegar, no habiendo mas desgracia en toda la accion de nuestra parte, que un hombre herido, que despues murió, de haberle alcanzado, por hallarse desviado, uno de los tiros.

¡Si hubiesen estado así en la batalla del Marne!... dijo Desnoyers á su amigo. Ahora, la caballada vivía en interminable descanso. Sus jinetes combatían á pie, haciendo fuego en las trincheras. Las bestias se hinchaban en una tranquilidad conventual, y había que sacarlas de paseo para que no enfermasen ante el pesebre repleto.