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Creo que ni en veinte años me moriré, y como le llevo veinticinco a Pepita, calcula el desastroso porvenir que le aguardaba con este viejo perdurable. Al cabo de los pocos años de casada conmigo hubiera tenido que aborrecerme, a pesar de lo buena que es.

El fenómeno es todavía más admirable cuando el mar está agitado. Entonces son las olas las que parecen luminosas, como si no fuesen de agua, sino de fósforo líquido.

Clementina le miraba en tanto con ojos coléricos. Se puso en pie vivamente, como si la alzara un resorte: luego, refrenando su ímpetu y adquiriendo calma, avanzó lentamente hacia la alcoba, penetró en ella, recogió su sombrero de la cama y comenzó a ponérselo frente al espejillo de una cornucopia, con ademanes lentos, donde se adivinaba, sin embargo, en el levísimo temblor de las manos, la sorda irritación que la embargaba.

¡Oh! eso es grave, hija mía dijo la tía Liette sonriendo a pesar de su tristeza. ¿Verdad que ? respondió cándidamente la joven miss. Así fue, que cuando el señor de Argicourt fue a acompañarle, los seguí con disimulo y me puse a escuchar... que hice mal, tía Liette... Liette le estrechó la mano, como para animarla.

Rafael, sin darse cuenta de lo que hacía, bajó a la calle y poco después, se vio en el puente, donde algunos noctámbulos, con el sombrero en la mano, respiraban con avidez, contemplando el haz de reflejos sueltos, como fragmentos de espejo, que la luna proyectaba sobre las aguas del río.

Bueno es que tanto los pueblos como los gobiernos se ajusten á ella. Y por eso nosotros repetimos y repetiremos siempre, mientras sea tiempo, que vale más adelantarse á los deseos de un pueblo, que ceder: lo primero capta simpatías y amor; lo segundo, desprecio é ira.

Después de larga espera quedaron francas las escalas del buque, lanzándose por ellas la muchedumbre como si subiera al asalto. Los primeros en entrar fueron los vendedores de periódicos, pregonando los últimos diarios y revistas de Buenos Aires y de Montevideo.

Y mire usted, esa fue la única desgracia que yo tuve; porque por lo demás, personas habrá felices, pero más de lo que yo lo fui.... Artegui posó en ella sus ojos dominadores y profundos. ¡Era usted feliz! repitió, como un eco del pensamiento de la niña. ¡Vaya! que lo era.

Y poniéndose en pie, Leonora dio dos pasos en la blanca barca, imprimiéndola un fuerte balanceo, y besó varias veces a Rafael, que soltando los remos se defendía entre risas. ¡Loca! Así no llegaremos nunca. Con descansos como estos se hace poco camino, y yo te he prometido llevarte a la isla.

Hace un momento me han entregado otra en caracteres de imprenta, que se expresa con más claridad: «Un amigo, que se interesa por usted, se cree en el deber de advertirle que está usted burlado por una coqueta. Al buen entendedor...» La denuncia es tan formal como cobarde. Esos bajos ataques no merecen más que desprecios y he echado al fuego los dos papeles infames...