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Acertó a pasar una mañana por la calle de las Maldonadas, donde tenía fábrica de buñuelos un conocido de la verdulera difunta; le preguntó el buñolero que cómo vivía; repuso el chico que peor; y tanta lástima supo inspirar, que allí se quedó cuidando de la venta al menudeo, sin promesa de recibir otro pago que la comida y lugar donde dormir. El sillero no volvió a saber de él.

Cuando el buñolero con quien vivía Pateta supo que tenía amores con su hija, no se opuso a las relaciones, pero dijo al chico que no le parecía bien que siendo novios siguieran bajo el mismo techo, y el muchacho está hoy en una casa de huéspedes que le cuesta muy poco: con él pienso irme. Poco te durará la compañía, porque Pateta entra en quinta estos días.

Tras permanecer dos o tres meses en imprentas de mala muerte, entró al fin en la de Millán, que era conocido del buñolero, y allí echó raíces en seguida; es decir, que apreciado por listo y obediente, le tomaron cariño.

Los chicos que antes tuvo el buñolero de dependientes, cual más, cual menos, todos le robaron; Pepe Maldonadas fue de fidelidad intachable.

Lo que le producía esta venta lo guardaba para , y el jornal de la semana lo ponía íntegro el sábado en manos del buñolero; pero lo que más le gustaba era entregárselo a Isabelita, diciendo: «Anda, da eso a tu padreLos demás aprendices, envidiosos de aquel compañero de quien se hacía más caso que de ellos, comenzaron a tomarle tirria y jugarle malas pasadas.

Al desembocar el ya crecido ejército en la plaza de las Peñuelas, centro del barrio, agregose una chiquillería formidable. Eran los dos nietos de la Tía Gordita, los cuatro hijos de Ponce el buñolero, las del sacamuelas y otros muchos. Mayor variedad de aspecto y de fachas en la unidad de la inocencia picaresca no se ha visto jamás.