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Llevad á su inteligencia el hilo de una aventurilla y el yo cuidado en este caso envuelve toda la argucia buscona de la histórica época de capa y espada.

La tengo por principal. Dios os libre de un portento embozado, de un lucero entre nubes, de una mano entre rendijas, de un envido de buscona, y sobre todo, de un quiero. Desconfiad de carta de dueña como de pastel de hostería, y sobre todo, recibidme por maestro. ¿Dónde vivís? No lo aún; ¿y vos? Yo... vivo aquí. ¿Acabáis de llegar? Ya os lo dije; torno á esta tierra, de un destierro.

Dejábase llevar de los impulsos de su corazón o de su apetito, y de la misma manera enamoraba a la moza de partido, que a la buscona y a la sencilla menestrala, y a la soberbia dama, sin que ninguna de ellas lograse saciar aquella su sed de amor que su soberano ingenio había menester, y que no era menos que el imposible trasunto de un arcángel de Dios en una criatura mortal y perecedera.

Pero de repente, al volver una esquina, hétenos á la tapada asida de un embozado. ¿Lluvia y tinieblas? ¿tapada y embozado?... buscona adobada y pollo que miente gallo. Más alto debe picar, porque don Rodrigo me dijo: Juara, lance tenemos; estocadas barrunto. Espada de gavilanes traigo y daga de ganchos. No se trata de que me ayudes... ¡para un hombre otro hombre! ¡Aventura con milagro!

Os lo juro que yo, ni aun siquiera sabía que podía encontrármele. ¡Mentís! vos sabíais demasiado que don Juan de Guzmán, á más de ser amante de vuestra mujer... ¡Ah! no, no, tío Manolillo; eso ha sido una equivocación. Sabíais insistió el bufón , que á más de ser amante de vuestra mujer, lo era también de cierta dama buscona: de doña Ana de Acuña... ¡Ah! ¡no! ¡no! Se os puede probar.

Todos los dias iba á informarse de todos los navíos y barcos, y nadie sabia de Cacambo. ¡Con que he tenido yo lugar, le decía á Martin, para pasar de Surinam á Burdeos, para ir de Burdeos á Paris, de Paris á Diepe, de Diepeá Portsmúa, para costear á Portugal y á España, para atravesar todo el Mediterráneo, y pasar algunos meses en Venecia, y aun no ha llegado la hermosa Cunegunda, y en su lugar he topado una buscona y un abate!

Confúndame Dios dijo Quevedo si yo no conozco á esa. Detengámonos, que de seguro al pasar junto á la saco por el olor. Detúvose, y al emparejar con él la tapada, se detuvo delante de él, y se asió á su brazo. ¿Tendremos buscona? dijo para Quevedo.

En una de las mesas próximas había un grupo de individuos que tenían facha de matuteros o cosa tal. A la derecha veíanse dos cursis acompañadas de una buscona y obsequiadas por un señor que les decía mil tonterías empalagosas; enfrente una trinca en que se disputaba acerca de Lagartijo y Frascuelo, con voces destempladas y manotazos.

A un calabozo, respondió el alguacil. Martin, que se habia recobrado del primer sobresalto, sospechó que la señora que se decia Cnnegunda era una buscona, el señor abate un tunante que habia abusado del candor de Candido, y el alguacil otro tuno de quien no era difícil desprenderse.

He aquí mi posada, me dije, y me entré. Y como éramos antiguos conocidos... Tomé posesión de vuestra casa, y os leí en una mirada. Erais la buscona más perfecta en su época peligrosa. ¡La buscona! Ese es el nombre. Es decir, la mujer... Que ahorra sangrador, y deja á un prójimo de tal modo, que no puede valerse contra el aire.