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Tanto para dedicarse a estos pensamientos, María Teresa buscaba la soledad, cuanto para huir de su prima, cuyas observaciones la horripilaban, porque acentuaban el lado snob que lamentaba encontrar en Huberto. Un día que la joven volvía de un largo paseo, encontró a Diana leyendo en el salón, recostada sobre un diván. Esta al ver entrar a su prima la recibió con una risa burlona.

Pero Diana no procedía con el mismo tacto y abrumaba a su prima con alusiones más o menos veladas sobre los obsequios siempre excesivos de Huberto Martholl. Estos temas de conversación eran dolorosos para Juan, y le aumentaban el deseo que tenía de huir de Pervenches. La ocasión que buscaba se presentó en breve. Un día, paseando, habló con entusiasmo a Bertrán, de la Alemania y de la Selva Negra.

Don Mariano, antes de responder, se palpó con aire distraído todos los bolsillos de la ropa, y no hallando lo que buscaba, dirigió la vista hacia un rincón de la sala. Martita, ven acá. Una niña que estaba sentada en el extremo de un diván, sin hablar con nadie, llegó corriendo.

Ovidio no refiere si el enamorado Píramo se ponía en actitud tan cómica cuando buscaba en la muralla una hendidura por donde contemplar a Tisbe; si así era, fortuna tuvo el galán en no ser visto por la dama.

Y miraba en torno de él para ver si estaba cerca Desnoyers, creyendo causarle con esto una gran molestia. Pero el yerno seguía adelante, encogiéndose de hombros. ¡Abajo Napoleón! decía Julio. Y presentaba la mano inmediatamente, mientras el abuelo buscaba sus bolsillos.

¡Tenía! ¡Tenía! dijo con arranque Quevedo . Decís bien, tío Manolillo, decís bien, vamos viendo claro; ya , ya lo que Juan Montiño buscaba sobre don Rodrigo Calderón cuando le tenía herido ó muerto á sus pies. Lo que buscaba ese joven eran las cartas de la reina; para entregar esas cartas era su venida á palacio, para eso, y no más que para eso, ha entrado en el cuarto de su majestad.

Todos los días se paseaba por el atrio del Casino esperando con impaciencia los grandes papeles con gruesos caracteres manuscritos que los empleados iban fijando en los tableros. El sólo buscaba en los últimos telegramas el principio de la ofensiva anunciada por los enemigos.

Maltrana buscaba con los ojos al otro conferencista, el profesor italiano, que se mantenía lejos de las señoras, en las inmediaciones del fumadero, entre los lectores soñolientos, con una columna de volúmenes y revistas al lado de su sillón. Los «pingüinos» le saludan porque tiene un nombre conocido, y ellas respetan instintivamente la celebridad.

Como en esos retratos borrados por el tiempo en los que no se distingue más que las facciones debilitadas del modelo, el parecido se atenuaba y la muerta desaparecía empujada por la viva. En vano buscaba ya los detalles que hubieran podido recordarme á Lea Peralli. La actitud de la mujer que tenía delante no era la misma que la de la infeliz asesinada.

La víctima que el lobo infeliz buscaba con preferencia era el señor Manolo el Federal. Lo esperaba en la oficina de la Puerta del Sol, y al presentarse el capataz exponíale las tristezas de su vida. El buen Federal escuchaba con los ojos bajos, moviendo la cabeza como si aprobase las palabras del joven, reconociendo que hablaba muy bien.