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Mil enhorabuenas respondió la marquesa entre burlona y picada por esa felicidad; pero crea usted que no era la cosa para tanto. Verá usted cómo, aunque pecadora, me atrevo a confesar aquí el motivo de mi visita, y sin escándalo de nadie. Don Santiago estaba en ascuas con las crudezas de su mujer, y no sabía cómo disculparlas sin provocar otras más incisivas.

El andaluz, y acaso mas que todos el sevillano, es franco y chancero, pero ligero de cascos: una mala palabra, una mirada burlona, un gesto dudoso es suficiente para provocar una querella ruidosa.

Con poca luz, ¿verdad? dijo sonriendo maliciosamente. Así está mejor. La media luz en un patio de éstos hace muy bien; le da un carácter misterioso y poético. Pues mire usted, nosotras no hemos querido hacerlo más poético, sino gastar menos, ¿sabe usted? repuso con desenfado, mirándome a los ojos con tal expresión burlona que me inquietaba.

Pero Venturita había observado el movimiento de Gonzalo, su sorpresa y las palabras que dirigió a Cecilia. Se puso colorada, y bajó la voz. Luego, observando la mirada burlona de su marido, le clavó otra, relampagueante y colérica. Mientras tanto, doña Paula explicaba a don Rufo la marcha de su dolencia.

Unos momentos le miraba cariñosa, otros le sonreía burlona; de pronto se le borraba de la imaginación y surgía su propia figura, la del mismo don Juan, en actitud de ir a coger amorosamente las manos de Cristeta, que ella retiraba esquiva.

El rústico sonrió como si adivinara lo ocurrido... Apenas se fue Bolsón, el diputado había salido a escape para Valencia. Todo lo comprendió el carnicero: la fuga, la sonrisa de aquel tío y la mirada burlona del viejo teniente cuando el roder pensaba en su protector, creyendo ser víctima de una equivocación.

De súbito, y cuando menos lo temía, oyó detrás de ella una estridente y sonora carcajada, tan diabólica y tan burlona como puede darla el más consumado cantante, haciendo el papel de Mefistófeles y atormentando a Margarita, en la ópera del Fausto.

Al despertar de sus pesadillas con el dejo amargo de las malas pasiones satisfechas, Ana se sublevaba contra leyes que no conocía, y pensaba desalentada y agriado el ánimo en la inutilidad de sus esfuerzos, en las contradicciones que llevaba dentro de misma. Parecíale entonces la humanidad compuesto casual que servía de juguete a una divinidad oculta, burlona como un diablo.

Una elevadísima persona; eso es prosiguió después de una pausa, con el mismo sosiego impertinente. Bien fácil era, por cierto, adivinarlo fijando un poco la atención en los rasgos de su fisonomía, enteramente borbónicos. El estupor de los circunstantes fue profundo. Se miraron unos a otros con una leve sonrisa burlona que, como de costumbre, Saleta pareció no advertir.

Era un retrato de mujer, en cuyo agraciado rostro hacía contraste la sonrisa de los labios frescos con la melancolía de los ojos pardos, debajo de las cejas más galanas que han podido verse. Resultaba una doble expresión de enamorada y de burlona, y allí se echaba de ver el sentimiento hondo y fuerte, mal disimulado con la hipocresía de un carácter superficialmente picaresco.