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Al hallarse de nuevo, sin testigos, don Felipe sacó de la faltriquera un viejo rosario y, besando la cruz repetidas veces, púsose a sollozar como una mujer. El lectoral pasó toda la noche con la pupila abierta en la obscuridad, como un búho. Imposible dormir, y en todo su cuerpo una comezón inusitada. No era la conocida mordedura de las bestezuelas habituales. No.

Este procedimiento prudentísimo no le valió, sin embargo. Ya una vez, como repitiese con harta frecuencia lo de asomar la nariz á la puerta de la alcoba, Doña Blanca había dicho: ¿Qué haces ahí? ¿Vienes á molestarme? Pareces un buho que me espanta con sus ojos. Déjame en paz, por Dios.

Lo encontré buscando nidos hace treinta y cinco años. Un día me hallaba en la peña, y yo había visto salir de allí muchas veces un búho de gran tamaño con la hembra, dos pájaros magníficos, con la cabeza gorda como mi puño y unas alas de seis pies de ancho, cuando gritar a las crías y me dije: «Están cerca de la caverna, en el extremo del terraplén.

Otro que también se sorprende mucho al verme, es el vecino del piso primero, un viejo búho, de siniestra catadura y rostro de pensador, el cual reside en el molino hace ya más de veinte años. Lo encontré en la cámara del sobradillo, inmóvil y erguido encima del árbol de cama, en medio del cascote y las tejas que se han desprendido.

Es, pues, preciso mirar muy de cerca, informarse, comprobar, para no ser engañado y esto es lo que he hecho. El señor de Sorege está emparentado con todo lo mejor, tiene una regular fortuna, está agregado al ministerio de negocios extranjeros, habla inglés muy correctamente y es un joven muy bien educado... He aquí por qué me he comprometido con él. No mira jamás; parece un buho...

Francia es un águila, que para recibir ambiente nuevo, abre y golpea las alas sin cesar; aquí se concentra la suma mayor de su vida: que un milano venga y se oculte bajo aquellas alas impacientes, no importa: que el águila se torne en cuervo ó buho, toda vez que el buho sacuda las plumas para que las penetren los nuevos gérmenes de la atmósfera, no importa tampoco.

Se la . Levantóse. Espero que ahora se quedará... Veamos, desarrúgueme un poco esa frente... Nosotros le haremos la vida tan dulce como sea posible, pero es preciso condescender un poco. ¡Qué diablo!... gusta á usted mucho su tristeza... Vive, perdóneme la palabra, como un verdadero buho. ¡Es usted una especie de español de esos que ya no se ven!... ¡Sacuda, pues, todo eso!

De frente, por encima del oleaje de sombras, como débiles resplandores apenas perceptibles, señalaba otros pueblos: Aravaca y Pozuelo de Alcorcón; y lejos, muy lejos, donde sólo podían alcanzar sus ojos de búho, las luces de El Escorial. Al descender de la altura, encontraron un ancho riachuelo. El Mosco se agachó para tomar sobre sus espaldas a Maltrana, sin hacer caso de su resistencia.

Bajo las patas del caballo de un ángel, que lo atraviesa con su lanza, en el centro de la iglesia de Villa del Pilar, en el Paraguay, he visto a un diablo en forma de lagarto, con alas de murciélago, sembradas de púas, enormes ojazos de buho y garras con uñas de buitre, y he pensado con pena en las pesadillas diurnas y en las noches de insomnio que la vista de semejante monstruo sobrenatural debe producir a los desventurados niños del pueblo.

Tratándose de difundir un disparate y de darle la inverosimilitud que le hace más asequible a la mente del vulgo, Tablas no carecía de habilidad, porque así como el búho ve en las tinieblas, ciertos entendimientos tienen la aptitud del absurdo. Pero él quería razonar, emitir un fundamento, más que por justificar la asonada, por darse satisfacción a mismo, como hombre de opiniones políticas.