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Habíala conocido cuando estaba con su tío, el buen D. Celestino del Malvar. Nos conocíamos los dos, señora, y como ella era tan buena, y yo también..., porque yo era muy bueno... En fin, señora, yo no puedo ocultar a Usía la verdad. Dímela de una vez.

Y dicen que mandó tan bien que sus vasallos nunca quisieron más rey que Meñique, que no tenía gusto sino cuando veía a su pueblo contento, y no les quitaba a los pobres el dinero de su trabajo para dárselo, como otros reyes, a sus amigos holgazanes, o a los matachines que lo defienden de los reyes vecinos. Cuentan de veras que no hubo rey tan bueno como Meñique.

Andrés la siguió, y se sentó silenciosamente a su lado. Los dos se miraron un rato, pugnando para no reír. Las manos quietas, ¿eh? preguntó ella. Andrés contestó afirmativamente con la cabeza. ¡Vaya, vaya con D. Andrés! ¡Tan bueno y encogido como parecía! ¡Pues no va sacando poco los pies de las alforjas! Querrás decir las manos. Eso es, las manos... ¡cierto! repuso soltando a reír.

Pues, ¿y la apuesta? Para usted el trono y la beldad que desde allí nos mira; para una recompensa suficiente y... la gratitud del Rey. Es usted el mismo demonio, señor de Henzar le dije. Bueno, usted piénselo y tenga en cuenta también que no deja de costarme duro esfuerzo eso de ceder así tan fácilmente la muchacha aquella y su insolente mirada volvió a fijarse en Flavia.

El estilo que se guarda en muchas partes de hacer una licion de puntos, y responder á dos argumentos es muy bueno, porque la licion es un razonamiento seguido con que el candidato manifiesta que está instruido en la materia; pero los engaños y apariencias, que, como diximos, suele haber en tales razonamientos seguidos, se descubren con los argumentos que hacen los contrarios, y con el modo de responder y satisfacer á ellos; y fuera conveniente que en todas las Escuelas se introduxese la loable costumbre de la de Valencia, donde el respondiente, concluido el argumento del contrario, le resume y le satisface solo, y de espacio, para que el concurso conozca que ha entendido la dificultad, que se ha hecho cargo de ella, y se vea, si la solucion, ó satisfaccion que da, es cumplida, puesto que en la seguida del argumento no se puede esto conocer con tanta claridad.

Bueno, hombre, bueno, nos apretaremos. Estos gritos se oían en todas partes, viéndose a algunos pobres viejos por el aire, elevados a la imperial de los ómnibus en brazos de los que ya estaban en ella. Las caras resplandecían de alegría, lo mismo que el cielo.

Por tanto es un mueble cómodo: su color es el que indica la ausencia completa de aquello con que se piensa es decir, que es bueno: las manos se confundirían con los pies, si no fuera por los zapatos, y porque anda casualmente sobre los últimos; a imitación de la mayor parte de los hombres, tiene orejas que están a uno y otro lado de la cabeza como los floreros en una consola, de adorno, o como los balcones figurados, por donde no entra ni sale nada; también tiene dos ojos en la cara; él cree ver con ellos; ¡qué chasco se lleva!

Bueno; he tenido muchos hombres. ¿Y ? ¿Crees que no conozco tus vagabundeos por el planeta en busca de mujeres inéditas y sensaciones nuevas?... Los dos hemos hecho lo mismo; sólo que yo no he necesitado correr tanto mundo para saber lo mismo que sabes... Y no tendrás la pretensión de imaginarte, como ciertos hombres, que nuestros casos no son exactamente comparables por pertenecer yo á otro sexo.

Con la corte se marcharon los más grandes señores, y sus artífices, que tanta fama la dieron, son agora como grano agorgojado. ¿Sabe vuesa merced que hasta los torcedores de la seda, compelidos a ello por el exceso de los tributos, van cayendo en la fraude y el encubrimiento, y que unos le agregan sal o aceite para hacella más pesada, doblan el hilo bueno con el crudo e sin torcer e toman esclavos o moriscos para abaratar los jornales? ¡Ah!, ¡ya no es la mesma, no, esta cabeza de las Españas!

Así, volviendo a lo que te decía durante la comida, tuve un gran pesar la primera vez que comprobé la poca afición de Jaime a nuestra industria. ¡Ah! ¡no tiene ese fuego sagrado! ¡Tener en sus manos un negocio como éste, que da, en bueno o mal año, unos treinta mil pesos de beneficio neto, y desecharlo para contentarse con ser el hijo de su papá!... ¡En fin!