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Pero en nombre del cielo, ¿qué es lo que ama usted entonces? A esta interrogación, que le dirigí en el tono de una amable jovialidad, la señorita Margarita se volvió á bruscamente, me lanzó una mirada altiva, y respondió secamente: Amo á mi perro. ¡Aquí, Mervyn!

Señora dije bruscamente no alabe usted mi hazaña... Quiero olvidarla, quiera olvidar que esta mano... Ha castigado usted la infamia de un malvado, y el alto principio del honor ha quedado triunfante. Lo dudo mucho, señora. El orgullo de mi hazaña es una llama que me quema el corazón. Quiero verlo dijo bruscamente la señora. ¿A quién? A lord Gray.

Penetré algunos pasos en el interior de aquel alegre aposento y me detuve ante un espectáculo que no descubrí a primera vista. Dando la espalda a la puerta por donde yo acababa de entrar, vi a un hombre recostado en un canapé. Levantose, sin darse cuenta de mi presencia, y se dirigió bruscamente a una de las ventanas.

En todo caso, eso no es un motivo de risa respondíle bruscamente. Vamos, vamos, no nos enojemos. Y el cura aplicándome una palmadita en la mejilla, abrevió mi lección, me dijo que vendría al día siguiente y dirigiose a confiscar la llave de la biblioteca, que yo ignoraba conociese.

Lo había visto más demacrado que nunca, con unos ojos de fiebre: pero ¡ay, aquella máscara impalpable de vanidad juvenil, de triunfo, de satisfacción, que irradiaba en torno de su cabeza un nimbo de gloria!... En la noche, Toledo se vió repelido bruscamente por su príncipe al intentar comunicarle una carta que había recibido de París.

No lograba, sin embargo disipar la confusión en que la ponía el extraño paso que había dado, la situación anómala en que se hallaba. Salió de ella bruscamente, como hacía siempre las cosas. Se puso seria y tendió la mano al joven, diciéndole: Mil gracias por su amabilidad, señor Alcázar.

Los mismos; BALBINA, que interrumpe bruscamente la escena, entrando por la izquierda presurosa y sofocada. BALBINA. ¡Señora, señora! BALBINA. ¡Ay, lo que ha hecho la señorita! Me han descubierto. Acaba... ELECTRA. Confesaré si me dejan. Ha sido que... BALBINA. Fue a casa de Don Máximo, y le robó... porque ha sido como un robo... muy salado, eso . DON URBANO. ¿Pero qué...?

Sonaron al fin verdaderamente las campanas de San Felipe. Dejó bruscamente el libro y abrió la puerta del cuarto de su doncella: ¡Genoveva, Genoveva! Ya estoy despierta, señorita. Levántate; ya tocan en San Felipe. En un abrir y cerrar de ojos se levantó, se vistió y apareció en el gabinete de su ama.

Y si hubiera muchos antipáticos como este mundo sería sin duda más desgraciado replicó Elena saliendo bruscamente de la estancia con el niño. Contra lo que podía presumirse, supuesto el recibimiento que le había hecho, Tristán se mostró desde el principio como padre atento y vigilante hasta caer en lo ridículo.

Ahora recordaba las veces que le había encontrado por la mañana en el camino, y hasta le parecía que Tonet procuraba marchar siempre al mismo paso que ella, aunque algo separado para no llamar la atención de las mordaces hilanderas.... En ciertas ocasiones, al volver bruscamente la cabeza, creía haberle sorprendido con los ojos fijos en ella...