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Fuimos el holandés y yo al muelle. Mi compañero de embriaguez bajó los escalones de una escalerilla y se puso a gritar, hasta que brotó de entre las tinieblas un bote blanco. Creí que el hombre se caía al agua con su traje de etiqueta y su flor en el ojal; pero no, se mantuvo firme y saltó al bote con agilidad. Luego, me saludó con el sombrero en la mano, con gran reverencia. Good night me dijo.

Un gran flujo de risa brotó por encima de todos los terrores de Jacobo, y soltó el trapo a reír con todas sus fuerzas. Mas el tío Frasquito, muy desolado, prosiguió diciendo: ¿Te rríes?... ¡Aguarrda, aguarrda!... Yo decía cavilando toda la noche: ¿Mentecato en San Peterrsburrgo?

Mira ese cielo. ¿Ves aquella estrella, Que entre las otras fúlgida descuella Del mar en el confin? Ese es tu hijo tambien. ¡Chispa divina, Que brotó de tu mente peregrina, Y en sus alas llevóse un serafin! ¿Por qué llorar?

La pobre mujer tuvo miedo de misma, y un llanto amarguísimo brotó de su corazón a raudales.

No en vano tenía aquella señora por su línea materna la sangre de Guzmán el Bueno. Era muy tarde cuando volvimos a la casa. Mientras reinaba en ella la desolación, ni una lágrima brotó de los ojos de D.ª María. Si Dios ha querido disponer de la vida de mi hijo declaró, sentándose en el clásico sillón de cuero , concédame al menos el consuelo de saber que ha muerto con honor.

De este rápido hermanar en su imaginación la propia miseria con la riqueza del aborrecido don Juan, brotó en su lóbrego y envidioso pensamiento una llamarada de odio y venganza. La desgracia le hizo mal filósofo, y la mala filosofía le trastornó el seso. Sin hacer caso de Carola, siguió monologueando tristemente: «..., esto se acaba... por culpa de ese tuno. Y podría reventarle de mil modos.

Ni una brizna de desconfianza brotó en su cerebro, ni una sola reflexión adversa. Sentíase más seguro que nunca. El grito de Beatriz no fue sino el clamor de su voluntad totalmente rendida.

Un llanto callado, el más sublime de todos los llantos, el llanto de la caridad, que cuando no remedia ni alivia consuela, llorando con el que llora, brotó entonces de sus ojos, y tan sólo al asegurarle una y mil veces que iría con sumo gusto al día siguiente a su casa, atrevióse a añadir con uno de esos brotes del corazón en que aparece la amistad tan santa y tan bella: ¿Quieres otra cosa, Genoveva?... ¿Te puedo servir en algo más? ¡Dímelo!...

La pobre chacha Ramoncica había sido siempre pequeñuela y mal hecha de cuerpo, sumamente morena y bastante fea de cara. Cierta dignidad natural é instintiva le hizo comprender, desde que tenía quince años, que no había nacido para el amor. Si algo del amor con que aman las mujeres á los hombres había en germen en su alma, ella acertó á sofocarlo y no brotó jamás. En cambio tuvo afecto para todos.

Un reniego, apenas articulado, brotó de sus labios. Morsamor, no obstante, se repuso y disimuló su enojo, pero Tiburcio no dejó de notarlo y le dijo en voz baja: No pierdas paciencia, y ya verás cómo pronto te es propicia la fortuna.