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Soledad reía mientras su antiguo novio hablaba; pero aquella risa se fué al cabo haciendo convulsiva, y algunas lágrimas concluyeron por brotar de sus hermosos ojos. Soledad, ¿qué tienes? profirió asustado Uceda levantándose de la silla. La joven le hizo un gesto con la mano para que se sentase, sin dejar de reir. ¿Qué tienes, Soledad?... ¡No rías, por Dios, de ese modo!

El tío Frasquito, muerto de miedo, creyendo ver brotar puñales masónicos a través de la mullida alfombra, comenzó a dar vueltas desatinado, tropezando por todas partes como corneja puesta de repente a la luz del sol. ¡Ay, ay, ay, Santa Marría, qué berrenjenal!

La hora ha sido deliciosa, los árboles están cargados de flores y capullos que perfuman el aire. Empiezan a brotar las hojas, a cantar los enamorados pajarillos y a zumbar los insectos. Es esta la época en que resucita la Naturaleza de su muerte aparente durante el invierno, y en que más se disfruta de ella en estos solitarios parajes.

Finalmente, otro hay que refiere cómo los cometas, extraviados por los cielos, han venido á chocar con nuestro globo, han agujereado su envoltura como piedras que atravesaran un carámbano y han hecho brotar las macizas montañas en largas hileras.

No hay necesidad de indicar, por lo tanto, que su pasión casamentera les costó no pocos disgustos. Cuando algún lechuguino sentía brotar en su pecho la llama del amor, lo primero que hacía era mostrársela a las de Meré. Carmelita, estoy enamorado. ¿De quién, corazón, de quién? preguntaba la anciana con vivo interés. De Rosario Calvo. ¡Ajá! Buen gusto ha tenido el picarón.

La lectura de los primeros renglones le alarmó: luego se puso pálido, comenzaron a temblarle las manos, nubláronsele los ojos, como si a despecho de la entereza varonil quisieran brotar las lágrimas, y por último, dejándose caer sobre una butaca, alargó el papel a su amigo, mientras decía entre sollozos: Entérate. ¡Pobre Felisa mía! Pepe leyó en voz alta.

Así don Álvaro; no sería jamás suya, eso no; ese verano ardiente no vendría, ni siquiera le consentiría hablarle claro, insistir en sus pretensiones; pero tenerle a su lado, sentirle quererla, adorarla, eso : era dulce, era suave, era un placer tranquilo, profundo.... Ella le miraba con llamaradas que apagaba al brotar de los ojos, le sonreía como una diosa que admite el holocausto, pero una diosa humilde, maternal, llena de caridad y de gracia, sino de amor de fuego.

Vérod volvió a dejar caer el brazo, y con voz sorda, trémula, repitió: ¡Asesino! He venido para que usted cumpla justicia. Lo que usted haga será justo. Pero escúcheme usted todavía un instante. Cuando la vi caer, cuando vi su sangre brotar de su horrible herida, un rugido se escapó de mi pecho. Todavía estaba viva. Vivió para decirme sus últimas palabras.

Apuesto cualquier cosa dijo Rafael a que a la hora esta se ocupa en confiar al papel las inspiraciones armónicas que ha hecho brotar en su alma la divinidad del día. Mañana sin falta leeremos en El Sevillano una de esas composiciones que, según mi tío, si no es fácil que le lleven al Parnaso, le precipitarán indefectiblemente en el Leteo. En ese instante fue cuando la marquesa llamó a Rafael.

Al decir esto golpeábase el marqués su fornido tronco, su pecho varonil, cual si de él quisiese hacer brotar fuerte y adulto ya el codiciado heredero. Julián, lleno de esperanza, iba a animarle en tan buenos propósitos; pero se estremeció de repente, pues creyó sentir a sus espaldas un rumor, un roce, el paso de un animal por entre la maleza.