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No es broma, amigo dijo lentamente apoyando sobre cada una de sus palabras. Es que Demetria ha desaparecido de casa y quiero que me digas si sabes algo de ella. ¡Quieres, quieres!... No nada de ella; pero aunque supiese, lo que menos me importaría á es que quisieras ó dejaras de querer... Una ola de indignación subió al rostro del mozo y lo tiñó de carmín.

Deje, señor, deje que rebrinquen los señoritos, que la erba yo la apañaré... en sin perjuicio.... La Regenta, con la cabeza cubierta de heno, con los ojos medio cerrados, no pudo ver al Magistral hasta que se acabó la broma y le tocó salir del pozo... con ayuda de don Álvaro y los que estaban fuera.

Esto no pasa de ser una broma, pero es una broma de un gusto enteramente parisiense. Pasan de quince ó veinte lienzos de pared en que hemos divisado, á una altura de quinto ó sexto piso, el anuncio de la Ville de Paris, calle de Montmartre, núm. 74. Es seguro que en tales avisos ha empleado un capital considerable.

Paco narraba el lance con naturalidad, paseando de un cabo de la sala, la cabeza baja y las manos metidas en los bolsillos del pantalón. Las jóvenes tertulianas se creyeron en el caso de ruborizarse. Todos reían menos Granate, que aún tenía en el corazón la broma del día pasado.

Considera la huida de Mabel como una broma, habla de ella en tono de chanza, asegurando que pronto estará de vuelta, pues no puede permanecer mucho tiempo ausente, y que él la hará volver en el momento que lo quiera o que necesite su presencia aquí. En una palabra, habla ese tipo como si Mabel fuera de cera en sus manos, y él pudiera hacer lo que le plazca con ella

Tejeiro», lo que hizo estallar de nuevo en carcajadas a sus amigos. La broma llegó al punto de que cuantas veces me encontraban en la calle, nunca dejaban de preguntarme por la salud de Tejeiro; y esto duró algunos meses.

Entonces la labradora, cuya nariz aguileña se había encorvado hasta tocar los labios, a causa de la indignación que le producía ver cómo Hullin tomaba a broma su sueño, levantó la cabeza, y los grandes surcos de sus mejillas desaparecieron. Catalina cogió la carta, miró el lacre rojo y dijo a la joven: Dame un beso, Luisa; son buenas noticias. Luisa abrazó y besó a la anciana con frenesí.

¡Me parece bien! gritó el barón. ¿No es verdad? repuso fríamente Mariana. ¡Pero es que no ha sido más que una broma! Una broma ha sido también la mía. ¿Por quién me tomáis? preguntó al fin, rojo de cólera. Os tomo por un pobre hombre desenterrado... Vamos, idos a dormir... ¡Vamos, idos! Mariana le mostró la puerta y él salió mansamente... Estaba espantado.

Había en la naturaleza de Simón algo refractario a lo imposible. Para él, dentro de lo humano, todos los hombres eran capaces de todo; y si cuando le tocó la suerte de soldado alguien le hubiera dicho en broma «adiós, mi general», él, encogiéndose de hombros, de seguro habría contestado muy serio para sus adentros: «¿Quién sabe?...»

El Arcediano, en cuanto calló el órgano, como quien quiere interrumpir una broma con una nota seria, leyó la epístola de San Pablo Apóstol a Tito, capítulo segundo, dándole una intención que no tenía.