United States or Gibraltar ? Vote for the TOP Country of the Week !


La broma que le he dado no vaya usted a creer que es enteramente infundada. Esa muchacha está empeñada a sangre y fuego en que le haga el amor. ¿Y es verdad que le espera por la noche para verle pasar cuando usted se retira? ¡Tan cierto! Y lo gracioso es que vengo de dar algunas vueltas por delante de la casa de Isabel, que esta aquí cerca, en la calle de Trajano. ¡Pobrecilla!

Y como no le hacían caso, y se reían de ella y hasta la dejaban sola, para correr por la casa y refrescar y tocar el piano y cantar, toda vez que ella misma confesaba que no le dolía nada, se tiraba la dama encinta de los pelos, insultaba medio en broma, medio en veras, a sus amigas y amigos llamándolos verdugos, y proponiéndoles que pariesen por ella y que verían.

Yo también me reí, pues sabía que la abuela le había contado de cabo a rabo mi escena de la Catedral. Comprendo ese rencor continuó el cura. He perdonado, señor cura. Muy bien; digamos entonces su memoria. El consejo de referirse a las hablillas corrientes ha sido una broma; nada más falso, con frecuencia, ni más malo siempre.

Pues mire usted, fiscal, y para que le vaya sirviendo de gobierno respondió el otro temblándole los labios : si quiere usted que no se le atragante el bollo ese, guárdese mucho de volver a tomarle en boca delante de ; porque por encima de cuanto le estimo a usted y hasta del sol que nos alumbra, pongo yo el respeto que se debe a la persona a quien apunta usted en su broma de mal gusto.

El encuentro de aquel hombre en aquellas circunstancias habíale inspirado un terror muy parecido al que sintió meses antes, al ver vacíos en el álbum del tío Frasquito los huecos ocupados en otro tiempo por los tres sellos. ¿Qué vendría a buscar aquel pajarraco en la corte? ¿Tendría que ver algo su venida con el asunto de los masones? ¿Habría acaso en todo aquello algo más que una estúpida broma?

¡Qué!... ¿quieres seguir comiendo?... le dijo Melchor, en broma, alcanzándole su gorra de viaje. ¡Dios me libre! Ché, Ricardo, ¿y , no quieres tomar algo? ¡Dios me libre! repitió éste como un eco de Lorenzo. ¿Conque... Dios los libre?... ¿eh?... vamos progresando.

La señora de Aymaret afectó chancear acerca de estas pequeñas miserias comparándolas con los dolores realmente trascendentales de la vida, exponiendo con mucho acierto a Beatriz que para borrar esas ligeras faltas de educación de que adolecía Fabrice, le bastaría con dar a éste, poco a poco, y como en broma, algunas lecciones de perfecta corrección, que, a no dudar, su marido recibiría con buena, voluntad.

La broma produjo gran algazara en la muchedumbre. Volvió a reinar el silencio. La corbeta comenzaba a virar, apoyada en el cabo de tierra, que rechinaba con la tensión. La gente del muelle se puso a hablar con la de a bordo. Pero ésta se mostraba silenciosa, taciturna, atendiendo a las maniobras más que a las preguntas que les dirigían.

Era el encargado de la publicidad de la casa, y de su pluma de viejo periodista, de vencido intelectual, salían los prospectos, los folletos, las memorias, las cartas en la cuarta plana de los periódicos, que pregonaban la gloria de los vinos de Jerez, y especialmente los de la casa Dupont, pero en un estilo pomposo, solemne, entonado, que no llegaba a adivinarse si era sincero o una broma que don Ramón se permitía con su jefe y con el público.

El marino se apartó un poco, con el tirón de la sorpresa. «¿Era una broma?...» Pero no: no podía dudar. El tono de sus palabras delataba una firme resolución. Suplicó humildemente para que no se marchase, con voz entrecortada y fosca.