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Y las dulzuras y los requiebros que te ha dicho en voz baja, pues por el gesto y el ademán y el brillo de los ojos se mostraba que te los decía, ¿son sueños míos también? No; no son sueños. ¿Cómo negarte que D. Jaime me ha requebrado? Sus palabras expresaban estimación, denotaban ingenio cortesano, estaban llenas de lisonja, pero no había en ellas un átomo de sentimiento. Ni podía haberle.

Traía las mejillas sonrosadas, y ella era pálida; también parecía haber estado al lado de un fogón como Visita y Obdulia; en sus ojos había un brillo seco, destellos de alegría que se difundían en reflejos por todo el rostro. Venía con cara de sonreír a sus ideas.

El interés que me inspiró, también lo hubiera obtenido de usted. ¿Verdad que es imposible negar una tierna piedad a la desgracia? »Ya sabe usted, Carlos, que durante su ausencia he perdido a mi madre. Cuando vio que se aproximaba el instante fatal, nos llamó a los dos a su lado; después me miró, y una nube de inquietud pareció empañar el brillo de sus ojos.

El despacho tenía el mismo aspecto de sobriedad y robustez de su dueño. Todas las maderas eran de un rojo obscuro, con ese brillo sólido y discreto que sólo se encuentra en las cámaras de los grandes buques. Aresti resumía la impresión en pocas palabras; «Allí todo olía á inglés.... Hasta el traje del amo».

La igualdad que esa gente pide es la igualdad en la grosería y la bajeza. Les molesta el brillo de los salones, y sienten envidia y piden que todo el mundo habite en desvanes.

Tiraban contra él.... Instintivamente se agachó, queriendo confundirse con la lobreguez del suelo, no presentar blanco al enemigo. Y en el mismo momento brilló un segundo fogonazo, sonó otra detonación, confundiéndose con los ecos aún vivos de la primera, y Batiste sintió en el hombro izquierdo un dolor de desgarramiento, algo así como una uña de acero arañándole superficialmente.

Juan no ve nada de eso; no ve más que la sombra allá arriba, y el brillo del hacha. Unos pasos más, y la muerte caerá sobre él. Entonces, ante lo inminente del peligro, acude a su memoria el recuerdo de su madre y lo que ella dijo un día a Martín furioso: ¡Piensa en Fritz! grita a su hermano que avanza.

No le había visto más que los párpados, cargados de carne blanca. Debajo de las pestañas asomaba un brillo singular. Cerca del lecho, arrodillada, rezó algunos minutos la Regenta.

Allan cuyo nombre pasará al porvenir al brillo del nombre del poeta jamás pudo imaginarse que el pobre muchacho recitador de versos que alegraba las veladas de su home, fuese más tarde un egregio príncipe del Arte. En Poe reina el ensueño desde la niñez.

Gentes hay por ahí de mayores estudios, que no se irritan menos si les tocan lo que llaman nuestros siglos de oro. Es culpa de la educación que se da en este país. La Historia es una mentira; para saberla tan mal, mejor sería ignorarla. En las escuelas se enseña el pasado del país con un criterio semejante al del salvaje, que aprecia los objetos por el brillo, no por su valor y utilidad.