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Amaneció por fin el día 29 de diciembre de 1874, y a las once y cincuenta y seis minutos de la mañana, el ministro de la Guerra, Serrano Bedoya, saltaba violentamente de la cama, como había de saltar veinticuatro horas más tarde, violentamente también, de la poltrona ministerial... Anunciábale un telegrama del gobernador militar de Sagunto que el general Martínez Campos había proclamado rey de España al príncipe Alfonso, en las Ventas de Puzol, al frente de la brigada Dabán.

Contrariedad tan inesperada parecía anunciar malísimo éxito a las tentativas generosas de Salvador, porque los prisioneros de Estella estaban ya condenados a muerte. Pero no desmayó por esto, y se puso en marcha para Pamplona, siguiendo a la brigada vencedora.

En seguida ordenó que Francisco de Paula Santander, ascendido al grado de general de brigada, con Jacinto Lara, varios excelentes oficiales y los tenientes coroneles granadinos Antonio Obando, Francisco Vélez, Joaquin Paris y Vicente Gonzalez, con armas, municiones y demás pasase á Casanare como jefe de operaciones de un cuerpo avanzado que alli debia formarse y mantenerse para, mas adelante, invadir la Nueva-Granada y devolverle la libertad de que Morillo la habia privado.

De la «Memoria de Mindanao» escrita por el General de brigada D. Julián González Parrado, extractamos los datos consiguientes á las condiciones locales y guarnición de cada destacamento, rancherías moras á ellos inmediatas, número de sus habitantes, armamento de que disponen y todos aquellos cuyo conocimiento pueda ser de interés en el transcurso de las operaciones emprendidas. Primer distrito.

La vendimia tocaba a su término; nada quedaba ya en el campo vuelto en parte a su silencio más que dos o tres grupos de vendimiadores que en el país llaman brigadas, y un mástil con una bandera de fiesta, plantado en la viña misma en que se recogían los últimos racimos, anunciaba, en efecto, que la brigada del señor Domingo se aprestaba alegremente a comer el ganso, es decir, a llevar a cabo la comida de clausura y de adiós, en la cual, para celebrar el fin de las faenas, es costumbre tradicional que entre otros manjares figure en primer término el ganso asado.

El ingenio del marqués de Butrón encargóse entonces de hallar remedio, y al frente de su brigada femenina acometió la empresa: imaginó, por de pronto, crear una asociación de señoras para socorrer a los heridos del Norte, que, difundida por toda España, había de allegar recursos de todos géneros para ser distribuidos abundantemente en el ejército a nombre de las señoras alfonsinas, preparando así los ánimos para secundar el movimiento .

Como si al viejo pudiera interesarle el paradero de sus camaradas, habló con voz tenue y trabajosa que á él le parecía sin duda natural... ¡Mala suerte la de su brigada! Habían llegado al frente en un momento de apuro, para ser lanzados como tropas de refresco. Muerto el comandante Blumhardt en los primeros instantes: un proyectil de 75 se le había llevado la cabeza.

En la noche de aquel dia, 20 de Mayo, se me presentó el antiguo Jefe revolucionario, Sr. Luciano San Miguel, hoy General de Brigada, á recibir órdenes, que le fueron dadas, para el levantamiento, de las provincias de Manila, Laguna, Batangas, Tayabas, Bulakan, Morong, Pampanga, Tarlak, Nueva Ecija y otras del Norte de Luzón, saliendo aquella misma noche, el Señor San Miguel á ejecutarlas.

Cuando mejor os parezca: esta misma noche si queréis, respondió el joven capitán, recobrando su habitual sonrisa, disipada un instante por aquel relámpago de celos. Á propósito. Con los bagajes he traído hasta un par de docenas de botellas de Champagne, verdadero Champagne, restos de un regalo hecho á nuestro general de brigada, que, como sabéis, es algo pariente.

Fuese, pues, derecho al bulto, no bien el coche se puso en movimiento, y apoyado en la autoridad de sus años, en la confianza del parentesco que con Villamelón tenía y en su dignidad de jefe de la brigada femenina conspiradora, le pidió categóricas explicaciones del hecho... Mas Currita, volviendo a abrir palmo y medio los claros ojos y muy espantada y ofendida, y casi llorosa, se limitó a repetir la historia ya referida, con nuevas afirmaciones y protestas... Suponer otra cosa era un insulto verdadero. ¿Por quién se la tomaba a ella? ¿Pues no había dado toda su vida pruebas del más leal afecto a la real familia?... Y aun cuando ella fuese capaz de semejante infamia, ¿se la hubiera permitido acaso Fernandito, cuya sangre había corrido en el combate navo-terrestre de Cabo Negro, al grito de Isabel II?... Justamente tenía él tal odio a la intrusa casa de Saboya, que jamás ponía el sello de una carta sin colocar al pobre don Amadeo con la cabeza para abajo. ¡Que lo había dicho Isabel Mazacán, cuyas intimidades con el ministro revolucionario debía hacerla a ella misma tan sospechosa!... ¿Pues no sabía todo el mundo que la tal condesa de Mazacán era una intriganta, que andaba detrás del viaje a Roma con la reina, para tapar a García Gómez ciertos líos antiguos que debía de arreglar allí con un príncipe italiano?...