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Todo fluctuaba ante sus ojos, y el río, la montaña y la temprana aurora giraban a su alrededor con velocidad vertiginosa. Entonces los cerró, concentrándose en mismo para recobrar la conciencia que empezaba a vacilar. En aquel breve intervalo, por algún fantástico procedimiento mental, el cuartito de Bar Sansón y el grupo del padre e hijo dormidos, apareció a su vista.

Hay algunos romancistas que en las conversaciones disparan de cuando en cuando con algún latín breve y compendioso, dando a entender a los que no lo entienden que son grandes latinos, y apenas saben declinar un nombre ni conjugar un verbo.

En el barco pequeño se ha metido El maiz, y captivos referidos; En breve á nuestra Armada se ha venido, A de hambre estan desflaquecidos: Y

Habían buscado un carricoche de alquiler y le habían llevado, yendo en su compañía su criado y los dos forasteros que le sirvieron de testigos. A los cuatro días del lance, se cumplieron en efecto los pronósticos del doctor, y D. Luis, aunque magullado de los golpes y con la herida abierta aún, estuvo en estado de salir, y prometiendo un restablecimiento completo en plazo muy breve.

Encendido el cigarro, acercó la cerilla al rostro de la Nela, diciendo con bondad: A ver, enséñame tu cara. Mirábale la muchacha con asombro, y sus negros ojuelos brillaron con un punto rojizo, como chispa, en el breve instante que duró la luz del fósforo.

Su muerte remedó el dulce acceso de embriaguez que le transportaba, mediante una breve toma, desde las miserias de la realidad a las delicias de una vida apócrifa, compuesta con extraños fingimientos de juventud, pasión y energía. ¿Entraba al fin en un mareo eterno? ¿Iba ya derechamente a ser el noble, enamorado y valiente caballero, defensor y amparo de la hurí en las edades sin término y en los espacios sin medida?

Don Marcos lanzó una exclamación de asombro y de reproche. Tenía su opinión formada desde mucho antes sobre el tal personaje. ¡Un demente!... No podía olvidar su breve diálogo una tarde en el Casino, después que Atilio los presentó á los dos. Al conocer la nacionalidad de Toledo había hecho grandes elogios de su país. ¡Oh, España! ¡Su lengua interesante!

Y si queréis saber quién os manda esto, para quedar con más veras obligado a cumplirlo, sabed que yo soy el valeroso don Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones; y a Dios quedad, y no se os parta de las mientes lo prometido y jurado, so pena de la pena pronunciada. Y, en diciendo esto, picó a su Rocinante, y en breve espacio se apartó dellos.

Pasó en breve el acceso, y volvió el enfermo a caer en el marasmo de antes... Pero ¿qué diablos veía yo en Lituca que me cautivaba más la atención en aquellos momentos que el pasmo de su abuelo y la angustiosa situación de mi tío? ¿Qué había en ella de nuevo y de extraño para ?

Cian termina y resume su memoria: «Aquellos hombres dice arrojados de su patria, obligados á vivir entre las desconfianzas, las envidias, los rencores antiguos y recientes, en país extranjero, guardan celosamente el culto de la patria en su corazón, y al mismo tiempo se enlazan en afectuosa amistad con algunos de los nuestros y de los mejores, estudian y adoptan é ilustran la lengua y la literatura del país que les ha dado hospitalidad; pero cuando ven que algún italiano quiere lanzar la más leve sombra sobre el honor literario de España, se levantan con fiereza caballeresca, propia de su raza, y no temen defenderse, y pasar muchas veces de la defensa á la ofensa vigorosa y audaz... No podemos menos de sentir una admiración profunda por estos emigrados que en tan breve período de años respondieron tranquilos y altivos, con la mejor de las venganzas, á las injurias de la fortuna, á las persecuciones, á los odios de los hombres que pretendían extinguirlos; y se levantaron y se purificaron á los ojos de la historia, á nuestros propios ojos, á los ojos de aquellos mismos que creían y aspiraban á verlos aniquilados para siempre.