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Pasar de repente de la calma absoluta a una intensa tempestad, es siempre desagradable, y esto fue lo que nos sucedió a la abuela y a . Dejamos la apacible tranquilidad de nuestro home y nos encontramos en pleno huracán en casa de los Brenay.

Está convenido que Petra no se casa con menos de un millón. No se puede vivir con menos de seis u ocho mil pesos al año dice a cada momento el Barón de Brenay. Es lo justo para no morirse de hambre añade la Baronesa.

Dejé la pluma, pensativa, reflexionando que en provincias, a la hora actual, el matrimonio está por lo menos tan abandonado como en tiempo de Sebastián Mercier, cuando la abuela me arrancó bruscamente de mis demasiado sabias meditaciones. Un poco de memoria, Magdalena. Olvida que tenemos que ir esta tarde a ver a la señora de Brenay. Es verdad exclamé, no me acordaba...

Y tuve mérito, porque la escena era divertida. ¡Cállate, hija mía, cállate!... Ese ganapán, ese perdido merecería seis meses de castillo por haberse permitido pensar en ti... ¡Si volviera el antiguo régimen! Si se nos permitiese solamente hacer que nuestros criados dieran una buena paliza a esos insolentes... acentuó la señora de Brenay, no pasarían estas cosas.

Los Geraumont no son de nuestra sociedad respondió la de Brenay desdeñosa. ¡Ah! respondió sencillamente la abuela, que, a pesar de ser aiglemontesa, no admite tan sutiles distinciones. ¿Y usted, señora? preguntó a la de Aimont. No me halaga el exponerme a bailar con los proveedores respondió ésta. Es un baile de comerciantes, de modo que...

Es la gracia hecha mujer, aunque un poco caprichosa y fantástica y algo niña mimada. Su padre, el Barón de Brenay, no ve más que por los ojos de su querida hija, que es la única bonita, la única bien nacida y la única posible.

La señorita de Brenay puede ser encantadora, no digo que no dijo categóricamente la Bonnetable, pero es gastadora hasta el extremo... Y después, esa pretensión a millones cuando se tiene un dote modesto... No es tan modesto un dote de 20.000 pesos exclamó la de Aimont pronta a indignarse.

Precisamente exclamó Brenay con acento de aprobación. El teniente Cotorrac... ¿Es posible dijo la señora de Brenay confundida, que con semejante nombre se atreva a pensar en mi hija?... ¡Ah! gimió Petra, estoy avergonzada... Qué apellido para anunciar en un salón... La señora de Cotorrac... La desesperación de Petra era tan franca, que reprimí valerosamente toda hilaridad.

Un pobre diablo puede tener ojos añadió la abuela, y hasta corazón... Y si ese pobre diablo es un oficial y tiene mil doscientos pesos de renta... la cosa cambia de punto de vista. No cambia nada exclamó Brenay. ¿Es bien nacido?... No... ¿Tiene fortuna?... No... ¡Ah! el lado vergonzoso del negocio es que ese mozo afirma que está loco por mi hija... Papá, por Dios, no repitas semejante cosa...

Y me marché con el corazón en fiesta y el alma en ebullición. 5 de marzo. No se habla en el pueblo más que del chasco de la de Brenay con el Barón de Erinois. La Bonnetable hace el oficio de tambor municipal y va de casa en casa a llevar la noticia. El brillante capitán se vuelve a casar, pero no con Petra.