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Venía el señor del ganado; salían los pastores a recebirle con las pieles de la res muerta; culpaba a los pastores par negligentes, y mandaba castigar a los perros por perezosos; llovían sobre nosotros palos, y sobre ellos reprehensiones; y así, viéndome un día castigado sin culpa, y que mi cuidado, ligereza y braveza no eran de provecho para coger el lobo, determiné de mudar estilo, no desviándome a buscarle, como tenía de costumbre, lejos del rebaño, sino estarme junto a él; que pues el lobo allí venía allí sería más cierta la presa.

¿Quien vido bizarria y gentileza, Crianza, policìa y buen donaire De galanes, y damas tal belleza, Postrada por el suelo con desaire? Al fin todo este mundo, y su braveza, Su vana presumpcion, es humo y aire, Y todo es burlería prestamente, Sino servir á Dios Omnipotente.

Por supuesto que los alumnos no sabían palabra de todo esto; antes se tenían formada, de la braveza y esfuerzo de su director, una idea superior a toda hipérbole; no había en el colegio quien no le tuviese por más áspero y belicoso que Roldán y más denodado que Oliveros de Castilla, y quien no le temblase.

Ni este pensamiento puede oponerse en manera alguna á la política que hasta aquí se ha observado con esta nacion, porque atendiendo á que los del reyno del Perú reconocian á los Incas por sus soberanos y reyes, y les pagaban sus contribuciones en prueba del vasallage que les rendian, como no ha sucedido esto así con los del reyno de Chile que residen tierra adentro, no parece disconforme que, aunque á aquellos se le pensionase con el tributo que señala la ley, se dispense con esta semejante contribucion, una vez que, segun nos cuentan las historias, los emperadores peruanos, no llegaron, ni pudieron pasar con su conquista, de la tierra de los Promocaes, y rio caudaloso de Maule, que divide la provincia de este nombre de la de Cauquenes, por la ferocidad y braveza de los que habitan en esa parte hácia el sur; quedando el rio señalado por términos del imperio, de órden de Yupanqui, décimo Inca de aquella dinastía.

Una mañana, después de haber tenido Román una de esas cotidianas zambras de moros y cristianos, gutibambas y muziferreras, se dijo: Pues, señor, esto no puede durar más tiempo, que penas más negras que las que paso con mi costilla no me ha de deparar su Divina Majestad en el otro mundo. Bien dijo el que dijo que si el mar se casase había de perder su braveza, y embobalicarse.

La otra es la Ocasion, si estas dos vienen Y con tu Aurelio tienen estrecheza, Verás á su braveza derribada Y en blandura trocada, y con sosiego Regalarse en el fuego de Cupido. Pues esas dos te pido que me invies, Y que no te desvies desta impresa. Tu mandado haré con toda priesa. Vanse. Salen AURELIO y SILVIA.

Al mismo tiempo que cayó la mujer muerta del caballo, le cogió por la rienda Guillén Bellver, uno de los tres que la seguían, pero él Masageta bañado de sangre propia vertida por sus manos, con increíble furia braveza de una cuchillada quitó el brazo y la vida á Guillén, y revolviendo sobre Arnau Miró, Berenguer Ventallola dando y recibiendo heridas cabe el cuerpo difunto de la mujer, cayó muerto; y no parece que cumplierá con las leyes de amante, si como sacrificó la vida de su mujer á sus celos, no sacrificará la suya á su amor.

Y el Morenito, pasándose al lado suyo con un repentino cambio de humor, repetía todas sus palabras, apoyándolas con la autoridad de su braveza. Lo que dijese aquel caballero, paisano suyo, era la verdad. No más llantos ni alborotos; el enfermo estaba mejor, ya que don Carmelo lo afirmaba. Debían irse abajo a dormir.

El estruendo que hace es muy sobrado, Y el humo al aire tiene tenebroso, Una noche dormí en una sábna, Dos leguas de él, mas fué la Toledana. Yo proprio lo he oido á naturales, Tratando de este salto y su grandeza, Que estaban con temores desiguales, A oir aquel sonido y su braveza.

D. Juan necesitaba un oyente a quien exponer los muchos pensamientos que le fatigaban la cabeza, sus teorías, su braveza, sus fuerzas, su higiene y su horror a «las porcuzasMiguel, que era ya un mancebo de quince años, le servía admirablemente para el caso; a veces el capellán, pensando que hablaba con un hombre ya formado, se deslizaba un poco en ciertas materias escabrosas.