United States or South Africa ? Vote for the TOP Country of the Week !


Eso se borre dijo Rincón ; y pues ya nos conocemos, no hay para qué aquesas grandezas ni altiveces: confesemos llanamente que no teníamos blanca, ni aun zapatos. Sea así respondió Diego Cortado, que así dijo el menor que se llamaba ; y pues nuestra amistad, como vuesa merced, señor Rincón, ha dicho, ha de ser perpetua, comencémosla con santas y loables ceremonias.

Cuentan que cierta noche, M. Dormeuil, director del antiguo teatro del Palais-Royal, le dijo á Derval, al hermoso Derval, que entonces empezaba su carrera y tenía el pelo muy rubio y las cejas muy abundantes y negrísimas: Hijo querido, quítese usted esas cejas; hoy se las ha pintado usted demasiado. Sorprendido el actor, repuso: ¿Cómo? ¿Que me las borre?... ¡Pero si son mías!

Ha distinguido, es verdad, el órden sensible del inteligible; ha reconocido dos facultades primitivas en nuestra alma, sensibilidad y entendimiento; ha señalado la línea que las separa, encargando con solicitud que no se la borre jamás; pero en cambio, ha reducido el mundo sensible á un conjunto de puros fenómenos, explicando el espacio de tal manera, que es muy difícil evitar el idealismo de Berkeley; y por otra parte, ha circunvalado el entendimiento, impidiéndole toda comunicacion que se extienda mas allá de la experiencia sensible, reduciendo todos los elementos que en él se encuentran á formas vacías que á nada conducen cuando se las quiere aplicar á lo no sensible, que nada pueden decirnos sobre los grandes problemas ontológicos, psicológicos y cosmológicos; esos problemas, objeto de las meditaciones de los mas profundos metafísicos, y en cuya resolucion han vertido un caudal de doctrinas sublimes, justo título de noble orgullo para el espíritu humano, que conoce la dignidad de su naturaleza, que demuestra su alto orígen, y columbra la inmensidad de su destino.

Mi vacilación y mi duda están en otra cosa. ¿Hasta qué punto eran requisito indispensable, condición precisa de todo lo que hay de profundo y de íntimamente verdadero en el Hamlet, las rarezas de estilo, las excentricidades de que se muestra acompañado? ¿Serán defectos, reales defectos los que Voltaire y Moratin señalan como tales, consistiendo sólo la falta de estos críticos en no ver y reconocer en todo su brillo y hermosura los numerosos aciertos que hacen que toda falta se borre y se olvide? ¿Estos defectos, aunque inevitables, dados la época en que Shakspeare escribió y el público a quien se dirigía, son, a pesar de todo, defectos? ¿O por último, no son defectos los que Voltaire y Moratin señalaban, sino excelencias y perfecciones que no comprendían?

Los señores se habían detenido en un puentecillo por donde el coche del corcovadito no podía pasar. ¡Señorita, nos llaman! Vamos. Gabriela se levantó, y antes de dar un paso miró entristecida la cifra escrita en la arena. Yo, al pasar, la borré con los pies. ¿Qué ha hecho usted? ¡Nada, señorita! ¡Bien hecho!... ¡Mejor! Locuras mías.... ¡Quién pudiera olvidar!

Me puse a la tarea de ordenar ambos diarios y enumerar sus hojas colocándolas de modo que la narración fuese inteligible; borré después los nombres propios, que sustituí por otros muy diferentes, y puse todo el relato en tercera persona, acabando por encontrarme con dos tomos bastante voluminosos... Que usted no hizo imprimir porque aún viven los personajes de esa historia. ¿No es así?

Mauricio continuó: Si usted quiere que la semana que acaba de pasar se borre de nuestra vida, es preciso que emprendamos de nuevo la existencia tal como la habíamos arreglado el día de mi boda. La base de nuestra convenio era el perdón franco y sin reservas de los daños recíprocos y la concordia en la familia. ¿Está usted resuelta á firmar la paz en esas condiciones?

La humillación y la vileza de mis primeros años se representan en mi memoria y me cubren de oprobio. No hay penitencia, ni conjuro, ni sacramento, ni palabra mágica, diabólica o divina, que borre ciertas manchas indelebles. La vergüenza que inspiro a mi hija se vuelve contra .

He rezado a María Santísima para que borre del alma la imagen de usted y el rezo ha sido inútil. He hecho promesas al santo de mi nombre para no pensar en Vd. sino como él pensaba en su bendita esposa, y el santo no me ha socorrido.

En fin, siga usted poniendo lo que le digo... «No quiero morirme sin hacerle a usted una fineza, y le mando a usted, por mano del amigo D. Plácido, ese mono del Cielo que su esposo de usted me dio a , equivocadamente...». No, no, borre el equivocadamente; ponga: «que me lo dio a robándoselo a usted...». No, D. Plácido, así no, eso está muy mal... porque yo lo tuve... yo, y a ella no se le ha quitado nada.