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Debe evitarse á todo trance que los 300.000 malayo-mahometanos de Mindanao vayan á engrosar la población de Borneo, como ocurría el año 84 en Joló, desde donde, en vapores ingleses, subvencionados con fondos de aquel Gobierno militar para otros fines, miles y miles de familias abandonaron sus hogares, para caer en Sandacan bajo el poder despótico ó esclavitud encubierta de las Compañías inglesas que explotan aquellos territorios.

Aquella misma raza, que al esfuerzo de una civilización pujante reflejara en nuestra Europa los destellos de su ciencia, imponiéndose con carácter despótico y fiero á la India, Sumatra, Java y Borneo, y, por último, á las Filipinas, que fueron la etapa final de la excursión que por el grande Archipiélago Asiático realizara.

Formaba parte de la tripulación del Asia, un bergantín que recorría los mares de la China. El capitán era australiano; el piloto, vascongado. Nuestro comercio se desarrollaba entre Malaca, Siam, Sumatra, Borneo y las Filipinas. Los principales puntos de parada eran Singapur, Batavia, Macasar, Hong-Kong y Manila.

El tremendo conquistador Alfonso de Alburquerque había recorrido victorioso los mares de Oriente desde Aden hasta Borneo; había conquistado y destruido reinos, había hecho tributarias o entrado a saco populosas y ricas ciudades desde Ormuz, emporio de Persia, India y Arabia, hasta Malaca, en el extremo sur de Siam.

El negro Demóstenes, de quien le hablaba a usted hace un instante, era un negrazo gigantesco, tatuado, fuerte como un cabrestante. Chim, el malayo, su amigo, era un dayak de Borneo, de estos malayos de pura raza, de los más violentos y crueles. Chim había sido, según decía, capitán de uno de esos barcos piratas que llaman paraos, en Borneo, y cuando estaba a punto de ser colgado logró escaparse.

Sobre todo hacia el nordeste de Borneo, cerca de las islas de Serasán y del Archipiélago de los Piratas, tuvimos batallas navales furibundas contra dos y tres de esos barcos armados que llaman praos.

No deben de haberla inventado ellos seguramente, sino que la habrán tomado de los malayos y de los naturales de la isla de Borneo; pero son muy hábiles en su uso. Esa cerbatana, que los malayos llaman sumpitán, consiste en un cañuto de bambú de unos siete palmos de largo, muy bien pulido en su parte interior por medio de un hierro incandescente.

Encuéntrase, además, con otras obligaciones, tanto en el interior como en el Continente. Holanda es sensata y se contentará con conservar las Molucas y Java; Sumata le brinda más porvenir que Filipinas, cuyos mares y costas son de mal agüero para las expediciones holandesas. Holanda va con mucha cautela en Sumatra y Borneo, por temor de perderlo todo.

El mar de Joló ó de Mindoro, que con ambos nombres se le designa, está limitado al N. por la costa S. de Luzón, comprendiendo las provincias de Batangas, Tayabas, Camarines y Albay. Por el E. Mindoro y la dilatada isla de Paragua, que corriéndose desde esta última hasta la de Borneo lo cierra por aquella parte formando el estrecho de Balábac.

En 1578 el Gobernador general «Sande», á su vuelta de una expedición que hiciera á Borneo, destacó al Capitán Rodríguez de Figueroa á la isla de Mindanao á fin de que la redujese á la obediencia de la corona de Castilla.