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Apenas le hubo hablado al oído, se levantó bruscamente, tomó su capa y arrojó un escudo a Flores, diciendo con aire singular: Forzosamente, señores, ese gitano tiene que ser Satanás en persona, puesto que está en tres lugares a la vez; porque yo os juro ¡por Cristo! añadió persignándose , que bordea desde hace dos horas a la vista de Sanlúcar.

En el Liceo Montespan, el despacho de la directora no es severo de aspecto. El limonero del mobiliario, las colgaduras azul de Francia, la luz que cae de una vidriera un poco alta, todo da al decorado la apariencia de un salón de lujo en un paquebote. La directora la señora Jozielle bordea los treinta y cinco años.

Que el colegial salido de la cárcel, escéptico y extenuado, se aficione á seguir el tortuoso sendero que bordea al arroyo, que contemple los remolinos de las aguas, que separe las hojas ó levante las piedras para ver salir el agua de los pequeños manantiales, y este ejercicio le hará muy pronto sencillo de corazón, jovial y cándido.

Al llegar a Zugarramurdi, comenzaba a clarear. Sobre el pueblo, las cimas del monte, blancas y pulidas por la lluvia, brillaban con los primeros rayos del sol. Martín tomó el sendero que bordea un torrente. Una capa de arcilla humedecida cubría el camino, por el cual los caballos y los hombres se resbalaban.

La orilla florida donde gozábamos acostándonos al sol, soñando en la libertad, el sendero tortuoso que bordea el margen y que nosotros seguimos con paso lento contemplando el curso del agua, la arista de la piedra desde la cual el agua unida en apretado haz se precipita en cascada ó se deshace en espuma; he ahí lo que en nuestro recuerdo es el arroyo, casi con toda su infinita y compleja naturaleza, puesto que lo restante se pierde en las obscuridades de lo inconcebible.

Agustín me había impuesto como prueba definitiva de mi preparación, una composición latina sobre el tema de la partida de Aníbal cuando abandonó Italia. Bajé a la terraza sombreada por las parras, y al aire libre, sobre el parapeto mismo que bordea el jardín, me puse a escribir.

Este tiene cerca de doscientos pasos de largo, treinta de ancho y ochenta de profundidad: la línea de la colina que bordea el barranco es de una peña parda de cal, mas o menos dura, en capa de dos y tres pies de grueso, llena de conchas terrestres y fluviales: hay también en el centro de las mismas peñas muchos huesos, que Bowles cree que son de buey y dientes de caballo y de jumento, con otros huesecillos de animales domésticos.

Si el peligro es grande durante el día, debe ser inmenso durante la noche, sobre todo cuando se bordea cerca de las costas, que con frecuencia son atravesadas por corrientes de una velocidad de cuatro o cinco nudos.