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No exclamó alegremente... Quiero que el de la señora sea perfecto. Eso hará rabiar a Mariana, la cocinera de la señorita Bonnetable añadió con la cara llena de satisfacción. ¿Por qué ha de rabiar? La señorita sabe bien que en el último de la señorita Bonnetable los pasteles de chocolate estaban quemados. ¡Ah! y los tuyos... Los míos son siempre perfectos respondió Celestina con vehemencia.

Seguramente, ésta no es del tipo resignado... En su humor agresivo y autoritario, adivinaba yo una rabiosa recalcitrante. ¿Pero cómo cerciorarme? Sin adivinar el precipicio que se abría ante mis pasos, me lancé inocentemente en la pelea preguntando a la Bonnetable si estaba satisfecha de haber permanecido soltera. ¡Dios mío, qué éxito!...

Hase visto querer casarse con un hombre que tenga millones y un nombre histórico cuando se tiene 20.000 pesos y un nombre que no tiene nada de eso... Los Brenay son de buena familia dijo la de Aimont. No digo que no en cuanto a la honradez se dignó responder la Bonnetable. Pero en cuanto a su partícula acentuó con perfecto desprecio, es una broma.

Mi amiga se inclina con su gracia habitual ante la abuela, que la besa en la frente, y va a sentarse a mi lado después de haber yo saludado a las recién llegadas y preguntado por Pomme, la gata favorita de la señorita Bonnetable, y por Loustic, su perro. La Bonnetable no se parece en nada a la Sarcicourt, de la que es casi contemporánea.

La Bonnetable, al oírlo, dio tal salto, que su silla produjo un horrible gemido y dio ocasión a la abuela para variar de conversación hablando de la poca solidez de los muebles modernos. Mientras tanto, Petra y Paulina hablaron mucho de la próxima fiesta del general.

De un salto estuve en los brazos de Francisca y le expliqué en dos palabras mi estudio del natural y mi deseo de no tomar posesión aquella tarde del rincón de las malas cabezas. Francisca me echa una mirada de pesar, lanzando un suspiro hacia nuestro querido biombo, y un gesto hacia la señorita Bonnetable.

Hasta se cuenta que uno de ellos ofreció a su futuro suegro tomar el dote sin la mujer. A lo que el señor Bonnetable contestó: ¡Por vida del demonio! ¡Cómo le comprendo a usted, amigo mío!... ¿Y yo? respondió Francisca. En lugar de ese pretendiente hubiera hecho duplicar el dote y tomado la mujer para ahogarla. Hubiera sido un servicio a la humanidad. ¡Oh!