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Como un eco que respondiese negativamente á su tristeza, oyó la voz de un soldado hablando con un campesino: Nos retiramos, pero es para saltar con más fuerza sobre los boches. El abuelo Joffre se los meterá en el bolsillo á la hora y en el sitio que escoja. Se reanimó Desnoyers al oir el nombre del general.

Sólo quedaría de ellos el recuerdo que asaltase de tarde en tarde á una campesina vieja guiando su vaca por un camino de Francia y que le haría murmurar entre suspiros: «¡Mi pequeño!... ¿dónde estará enterrado mi pequeñoSólo viviría en la mujer del pueblo vestida de luto que no sabe cómo resolver el problema de su existencia, en los niños que al ir á la escuela con blusas negras dirían con una voluntad feroz: «Cuando yo sea grande iré á matar boches para vengar á mi padre

Todos mostraban una confianza inquebrantable. «¡Los boches!... Muy numerosos, con grandes cañones, con muchas ametralladoras... pero no había mas que cargar á la bayoneta y huían como liebresLa fe de los que iban al encuentro de la muerte contrastaba con el pánico y la duda de los que escapaban de París.

El que cae en manos de los boches sabe que es hombre muerto: nos colocan fuera de toda ley... ¡Y nosotros... nosotros, siempre que podemos...! Hasta cuando nos insultamos de trinchera á trinchera nos enorgullece ser de la Legión. Una noche, los de enfrente, al oirnos hablar en español, empezaron á gritar en nuestro idioma. Debían ser alemanes procedentes de la América del Sur. «¡Ah, macabros!

Murieron muchos, capitán; casi la mitad... pero los alemanes no pudieron seguir adelante... Luego, al enterarse de que los marinos no habían sido mas que seis mil, los generales boches se tiraban de los pelos: ¡tanta era su rabia! Creían haber tenido enfrente docenas de miles... Da gusto oír contar eso á los chicos que estuvieron allá.

A corta distancia, varias filas de equis de madera unidas por hilos de púas, que formaban un alambrado compacto. Cien metros más allá, un segundo alambrado. Reinaba un silencio profundo, un silencio de absoluta soledad, como si el mundo estuviese dormido. Ahí están los boches dijo el comandante con voz apagada. ¿Dónde? preguntó el senador esforzándose por ver.

Declaraba inhabitable la población, por las familias de españoles ricos que veraneaban en ella: «Son boches en su mayoría. Yo me paso la existencia peleando. Acabaré por vivir solaLuego encontró á su madre: abrazos y lágrimas. Después vió á su tía Elena en un salón del hotel, entusiasmada con el país y sus veraneantes. Podía hablar largamente con muchos de ellos sobre la decadencia de Francia.

A no se me muere quien yo quiera decía con una fe semejante á la de su padre . ¡A cualquier hora permito que los boches me dejen sin marido!

Los franceses habían entrado en Bélgica. «Parece que los boches han recibido un buen golpeEl menor choque de caballería, un simple encuentro de avanzadas, lo glorificaba como un hecho decisivo. «También en Lorena nos los llevamos por delante...» Pero de repente pareció cegarse la fuente de optimismos. En el mundo no ocurría nada extraordinario, á juzgar por los periódicos.

Hay que rociar bien gritaban los jefes . Hay que dar un buen riego al bosque donde están los boches. Y las bocas del 75 regaban sin interrupción, inundando de proyectiles la remota arboleda.