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El uno de los estudiantes traía, como en portamanteo, en un lienzo de bocací verde envuelto, al parecer, un poco de grana blanca y dos pares de medias de cordellate; el otro no traía otra cosa que dos espadas negras de esgrima, nuevas, y con sus zapatillas.

Y es de saber que Sancho Panza había echado sobre el rucio y sobre el lío de las armas, para que sirviese de repostero, la túnica de bocací, pintada de llamas de fuego que le vistieron en el castillo del duque la noche que volvió en Altisidora. Acomodóle también la coroza en la cabeza, que fue la más nueva transformación y adorno con que se vio jamás jumento en el mundo.

Sale una muger armada, con un escudo en el brazo izquierdo, y una lancilla en la mano, que significa la GUERRA, trae consigo á la ENFERMEDAD, arrimada á una muleta, y rodeada de paños la cabeza, con una mascara amarilla, y la HAMBRE saldrá vestida con una ropa de bocací amarillo, y una mascara amarilla ó descolorida: pueden estas figuras hacellas hombres, pues llevan mascaras.

Tirábanle cuatro perezosos bueyes, todos cubiertos de paramentos negros; en cada cuerno traían atada y encendida una grande hacha de cera, y encima del carro venía hecho un asiento alto, sobre el cual venía sentado un venerable viejo, con una barba más blanca que la mesma nieve, y tan luenga que le pasaba de la cintura; su vestidura era una ropa larga de negro bocací, que, por venir el carro lleno de infinitas luces, se podía bien divisar y discernir todo lo que en él venía.

Salió, en esto, de través un ministro, y, llegándose a Sancho, le echó una ropa de bocací negro encima, toda pintada con llamas de fuego, y, quitándole la caperuza, le puso en la cabeza una coroza, al modo de las que sacan los penitenciados por el Santo Oficio; y díjole al oído que no descosiese los labios, porque le echarían una mordaza, o le quitarían la vida.

Guiábanle dos feos demonios vestidos del mesmo bocací, con tan feos rostros, que Sancho, habiéndolos visto una vez, cerró los ojos por no verlos otra. Llegando, pues, el carro a igualar al puesto, se levantó de su alto asiento el viejo venerable, y, puesto en pie, dando una gran voz, dijo: -Yo soy el sabio Lirgandeo. Y pasó el carro adelante, sin hablar más palabra.

Aquí sale MARQUINO con una ropa negra de bocaci ancha, y una cabellera negra, y los pies descalzos, y en la cinta traerá, de modo que se le vean, tres redomillas llenas de agua, la una negra, la otra teñida con azafran, y la otra clara; y en la una mano una lanza barnizada de negro, y en la otra un libro, y viene MILVIO con él, y asi como entran, se ponen á un lado LEONCIO y MORANDRO.