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Salió a la sala de recibimiento, vasta pieza en el centro del edificio, fría y de altísimo techo, que comunicaba con la escalera. Las paredes blancas habían tomado con los años un tono amarillento de marfil. Era preciso echar la cabeza atrás para alcanzar con la vista el negro artesonado del techo.

En breve tiempo armaron unos al modo de doseles de iglesia, con ricas cortinas blancas, que se recogían gallardamente á un lado y otro; trajeron de otras piezas cantidad de santos é imágenes, que ordenadamente distribuyeron sobre el altar, como formando la corte funeraria del ángel difunto, y, sin pérdida de tiempo, encendieron algunas docenas de luces en los grandes candelabros de la sala, los cuales, en torno á Celinina, derramaban tristísimas claridades.

Los salmonetes no caen en el muelle, don Gil de las calzas verdes profirió el señor de las Casas con su habitual rudeza, por no decir grosería. Solía llamar así, en broma, a su antiguo protegido. caen tal, D. Martín de las Casas blancas profirió con voz sorda Consejero. Los tertulianos rieron, lo cual amoscó un tanto a D. Martín, hombre, como ya sabemos, propenso a irritarse.

En vez de enfadarse, como temía Ramón, su madre se lo prometió, después de abrazarlo. Compraron así al día siguiente un hermoso ramo de rosas blancas en el mercado y lo llevaron al cementerio. El guardián les indicó la tumba de Lita. Ya estaba cubierta de otras flores frescas, flores finas y raras.

Y luego la Dolorida y las demás dueñas alzaron los antifaces con que cubiertas venían, y descubrieron los rostros, todos poblados de barbas, cuáles rubias, cuáles negras, cuáles blancas y cuáles albarrazadas, de cuya vista mostraron quedar admirados el duque y la duquesa, pasmados don Quijote y Sancho, y atónitos todos los presentes.

En cambio, desde las ventanas altas del caserón se contemplaba el aliñado verjel de don Alonso, con sus estanques repletos, sus senderos limpios y sus alheñas y arrayanes recortados graciosamente como en los jardines de Italia. Distinguíanse, asimismo, los famosos parapetos imaginados por el hidalgo, y cuyos mosaicos de piedrecitas blancas, negras y coloradas figuraban fábulas de Ovidio.

Hipofosfito de cal 0,20 Silicato de potasa 0,05 Arseniato de hierro 0,01 Lactato de manganeso 0,05 Al cabo de un mes las uñas estarán más fuertes y serán menos quebradizas, las manchas blancas desaparecerán y las rayaduras se nivelarán. LEJÍA. Se ponen en un balde seis litros de agua hirviendo y se echa Sosa cáustica 250 gramos. Cloruro de cal 250 Sal sosa 750 Sal común 1 kilo.

La reyna, á quien informáron de su arribo, vacilaba agitada de temor y esperanza; y llena de desasosiego no podia entender porque venia Zadig desarmado, ó como llevaba Itobad las armas blancas. Alzóse un confuso murmullo así que columbráron á Zadig: todos estaban pasmados y llenos de alborozo de verle; pero solamente los caballeros que habian peleado tenian derecho á presentarse en la asamblea.

Ligeras nubes, blancas cual la nieve, recorrian el espacio en alas de suaves brisas embalsamadas por las flores: sutiles, transparentes, dejaban ver al través de la bóveda del firmamento, y no parecian sino aéreas gasas destinadas á realzar la hermosura de ese estrellado manto de los cielos.

Al fin, presentose Rosa. Llegaba vestida de nuevo con saya negra de estameña que dejaba ver medias blancas y finas, delantal bordado de flores, dengue de pana, corales a la garganta, y ceñida la cabeza con un pañuelo colorado de seda cuyos flecos le caían graciosamente sobre las sienes. Máxima había sacado, por vanidad, el fondo del baúl para vestirla. Presentose sonriente y roja como una amapola.