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Alta, elegante y bien formada, con una tez blanca y fina, ojos negros y severos, cejas finamente arqueadas; mirada sincera y bondadosa, y una expresion que reunía las señales de la reserva y la amabilidad sin oposicion alguna. Parecia tener unos veinticuatro años, y su vestido indicaba comodidad ó algo mas que medianía de recursos.

Vestía un gabán de color de castaña con grandes botones, y bajo la visera de su gorra destacábanse las dos manchas negras de los anteojos con bordes de paño que abrigaban su vista enferma. Estaba sentado en un sillón de madera blanca y dorada, con las graciosas curvas del siglo XVIII; la seda antigua enseñaba, entre desgarrones y deshilachados, el lejano recuerdo de una escena pastoril.

Cuarto: gobiernos históricos; la herencia. Quinto: gobiernos sociales; la estadística. Pitt en Inglaterra, Sully y Colbert en Francia, Campomanes, Florida Blanca, Jovellanos y Florez Estrada en nuestro país, son dignísimos representantes de la nueva historia social.

Otro día perdido. Jueves. Lloviznando. Cristeta, encerrada en casa, se distrae zurciendo ropa blanca. De rato en rato, hilos y aguja se le caen sobre el regazo. «Veremos... ya lleva tres ojeos. ¡Se me pasan unas ganas de hacerle señas para que se acerque

HUEVOS ESCALFADOS A LA CRISTAL PALACIO. En una cacerola con manteca, cien gramos de charlotas y ciento veinticinco de champiñons picado muy menudo; se añade tomate picado y perejil; se sazona de sal y pimienta blanca; se mezcla bien y se conserva caliente. A los huevos escalfados se les recorta la clara y se colocan en una fuente, poniendo cada uno sobre un costrón de pan recién frito.

Con su auxilio bajaron primero á la noble dama y no tardaron en verse todos al pie de la torre, rodeados de los valientes arqueros de la Guardia Blanca. ¿Dónde está el capitán Claudio Latour? fué lo primero que preguntó el barón de Morel, apenas sus pies tocaron el suelo.

Destacan en la negrura la mancha blanca de la calva y los trazos de la blanda gorguera; sus mejillas están secas, arrugadas, y sus ojos, puestos en anchos y redondos cajos, miran con melancolía a quien frente por frente a él va embujando palabras en las cuartillas.

Iba Watson á retirarse, cuando se levantó un portier del recibimiento, dejando visible una mano blanca rematada por una pulsera de reloj. Esta mano le hacía señas cual si pretendiese atraerlo. Después apareció Elena por entero, invitándole con palabras y sonrisas á pasar adelante.

¿Has visto alguna india en esas noches en que la luna asoma su blanca faz por allí y le señalé los picachos del vecino Banajao que haya cantado muy bajito, muy bajito, canciones que al que las escuchaba le dieran ganas de llorar? Sabe, señor.

El viejo pensaba que Blanca no podía tardar: se oían las voces y las algazaras de las últimas máscaras que se retiraban, y una orquesta lejana, tal vez la del club, tocaba las últimas galopas. Todos aquellos detalles aumentaban la cruel situación del anciano afligido, casi inmóvil, presa de una fiebre terrible.