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Tener un hijo santo hubiera lisonjeado mi vanidad; pero hubiera sentido yo quedarme sin un heredero de mi casa y nombre, que me diese lindos nietos, y que después de mi muerte disfrutase de mis bienes, que son mi gloria, porque los he adquirido con ingenio y trabajo, y no haciendo fullerías y chanchullos.

No olvides que Alba, propietario de cuantiosos bienes, ha gastado una mitad de ellos en los llamados «sports», que nos traen las modas de Inglaterra. Tampoco te aconsejaría que esperes aumentar tus caudales, como Montesclaros, uniéndote a la heredera de algún rico comerciante bilbaíno. Esa gente no participa de nuestros sentimientos, no es capaz de desinterés ni de delicadeza.

Esto es una desgracia, pero en el mundo feliz que habitamos, casi todas las desgracias son verdad: razón por la cual nos admiramos siempre que vemos tantas investigaciones para buscar ésta. A nuestro modo de ver no hay nada más fácil que encontrarla: allí donde está el mal, allí está la verdad. Lo malo es lo cierto. Sólo los bienes son ilusión.

Si no hubiese formado un propósito para toda la vida, propósito cuya realización de ti sólo depende, no vendría yo a hablarte en su nombre. ¿Sabe D. Jaime que soy pobrísima? Conoce con exactitud los bienes que posees. Es singular dijo doña Luz . Te lo confieso: yo tenía de misma y de los hombres mucha peor opinión.

Considera que tu padre es ya muy anciano, que pronto acaso tendrá que rendir el inevitable tributo que a la naturaleza rendimos todos, y que te dejará dueño de un nombre respetadísimo en este país y de cuantiosos bienes de fortuna. ¡Cuánto se alegraría tu padre de ver, en vida, asegurada en más extenso porvenir su sucesión y en contemplar y acariciar a los legítimos y preciosos nietos que puedes y debes darle!

El amor propio de los demas no consiente esto, y así no pueden tolerar que otro se haga mayor, ni pueden sufrir que otro sea superior en cosas buenas, porque si lo fuera, sería mayor y digno de mayores bienes; y como nunca queremos ser inferiores á los demas, ni sufrimos que otros nos excedan, ni que sean mas dignos de los bienes que nosotros, por eso nos parecen mal las alabanzas.

Es que la barbarie no había sido suprimida por el cristianismo, sino trasladada desde el campo de la lucha por los bienes reales al campo de la lucha por los bienes ideales, perdiéndose en estética lo que se ganó en ética, en mentalidad y en virilidad lo que se ganó en castidad y en mansedumbre.

Mientras él viviese, la Condesa conocía que no tendría valor para hacer nada en favor de su hija. Ni por donación, ni por testamento, en la hora de su muerte, hallaba medio para compartir con la que era su propia sangre o para legarle al menos bienes que eran suyos y no del tirano que la atormentaba.

Vínose mi padre a España, reducido a oro lo que pudo realizar de sus cuantiosos bienes; vio una linda gaditana, prendose de ella, casose, y antes de los nueve meses murió inconsolable, dando y tomando siempre en lo de la conspiración, que hubo de volverle el juicio.

Todos los bienes que poseo en el reino de Nápoles pertenecen a mi hermana, yo se los doy anticipadamente; pero los que he adquirido en España constituyen la fortuna de Carlos... no los poseo más que como un depósito.