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Todas aquellas almas bienaventuradas y temerosas de Dios salieron del palacio de Alcudia y se dirigieron a sus moradas, donde les aguardaba la sopa de tortuga humeante, el salmón con salsa mayonesa, las ricas ensaladas de col de Bruselas y las apetitosas bouchées de crevettes.

Clarita ha ido más allá. ¡Qué inocencia la suya, tan rara por su enlace con la discreción y el despejo! ¡Qué fe religiosa tan sana y atinada! ¡Qué amor á su madre y qué sumisión á sus mandatos! Clara es una santita en este mundo, y al verla hay que alabar á Dios, que la ha criado á fin de dejarnos rastrear y columbrar por ella lo que serán en el cielo los angelitos y las bienaventuradas vírgenes.

De esa escuela de Artes y Oficios, de la que soy el defensor más entusiasta y cuya realizacion habré de saludar como la primera aurora para estas bienaventuradas islas, de esa Escuela de Artes y Oficios se han encargado los frailes... O el perro del hortelano que es lo mismo, añadió Pecson interrumpiendo otra vez el discurso.

Los criados de Luisa Noel hicieron entrega del equipaje, recibieron su tanto, y se marcharon con los mozos de nuestro hotel; cerré la puerta, me eché sobre el sofá, me quité el sombrero y arrojé un suspiro. Me parecia mentira que Paris me diera un entresuelo. ¡Bienaventurado Paris! ¡Bienaventuradas escaleras!

La necesidad de asistir y cuidar á esas criaturas sin vida, como bienaventuradas, y la humildad de carácter que el coto y el idiotismo han inspirado á los pacíficos habitantes del Valais, han alimentado allí las ideas piadosas, las costumbres benévolas, las tradiciones llenas de poesía religiosa, la sencillez en los gustos, la modestia en todas las aspiraciones, y cierta tendencia al ascetismo y la beatitud contemplativa, que dan á las poblaciones una fisonomía particular.

Amén de estos goces culinarios, aficionose a los teatrillos del género chocarrero que tanto abundan en París: divirtiéronle las canciones picarescas, las muecas del payaso, la música retozona y los trajes ligeros y casi paradisíacos de aquellas bienaventuradas ninfas que se disfrazaban de cacerolas, de violines o de muñecos.

La familia había logrado que nadie conociera tan singulares circunstancias, atribuyéndolas a locura, y sin sospechar en aquellas visiones su identidad con los éxtasis celestes de las bienaventuradas. Adriana tocaba como reliquias algunos objetos que le pertenecieran; así un crucifijo, pendiente de un pesado rosario de oro viejo.

Todo cuanto le rodeaba se le aparecía bajo los más tristes y negros colores; la bahía, desierta y solitaria, parecía más solitaria todavía por los pocos vapores que en ella fondeaban; el sol iba á morir detrás de Mariveles, sin poesía y sin encantos, sin las nubes caprichosas y ricas en colores de las tardes bienaventuradas; el monumento de Anda, de mal gusto, mezquino y recargado, sin estilo, sin grandeza: parecía un sorbete ó á lo más un pastel; los señores que se paseaban por el Malecon, apesar de tener un aire satisfecho y contento, le parecían huraños, altivos y vanos; traviesos y mal educados, los chicos que jugaban en la playa haciendo saltar sobre las ondas las piedras planas de la ribera, ó buscando en la arena moluscos y crustáceos que cogen por coger y los matan sin sacar de ellos provecho, en fin hasta las eternas obras del puerto á que había dedicado más de tres odas, le parecían absurdas, ridículas, juego de chiquillos.

Con esto dió la vuelta con sus compañeros y hubiera querido el neófito detenerlos para ver más de cerca las cosas tan grandes que había oído decir de Dios y de su gloria, y ver aquel inefable prodigio de cómo las almas son bienaventuradas, no menos porque se ven en Dios que porque ven á Dios en mismo; pero aquel príncipe le hizo entender que ninguno que está feo con la culpa podía mirarse como en un espejo en Dios, ni hacer de mismo espejo en que se mire Dios; antes que saliese de allí y volviese acá para borrar con la penitencia y confesión aquellas culpas.

29 Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no engendraron, y los pechos que no criaron. 30 Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos. 31 Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué se hará? 32 Y llevaban también con él otros dos, malhechores, a ser muertos.