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Un compositor de folletos, dixo el abate, un Freron, ó un Ostolaza. Así discurrian Candido, Martin y el abate en la escalera del coliseo, miéntras que iba saliendo la gente, concluida la comedia. Puesto que tengo muchísimos deseos de ver á Cunegunda, dixo Candido, bien quisiera cenar con la primera trágica, que me ha parecido un portento.

Eran como los encantados cubiletes del prestidigitador más aplaudido. En cuanto cabe en lo humano, daban una idea aproximada del milagro de pan y peces. ¡Pues bien: apenas parece creíble!

Su turbante era mayor dos veces que el mayor de alguna de las otras; era cejijunta y la nariz algo chata; la boca grande, pero colorados los labios; los dientes, que tal vez los descubría, mostraban ser ralos y no bien puestos, aunque eran blancos como unas peladas almendras; traía en las manos un lienzo delgado, y entre él, a lo que pude divisar, un corazón de carne momia, según venía seco y amojamado.

Y era efectivamente champaña, porque dos copas cónicas y cilíndricas, que se levantaban sobre su ancho pie de cristal, aparecían gloriosamente llenas, y el licor rosado que hervía y centelleaba, elevó bien pronto su espuma temblorosa por encima de los bordes del vaso. ¡Atención, comandante, la marea sube!

Nada he visto ni oído, señor Cornelio contestó el piloto. Ha pasado ante mi vista una cosa negra, que no he podido distinguir bien. Tal vez un ave. No, Horn; era muy grande, y no tenía forma de ave. ¿Qué queréis que sea entonces? No lo . ¿Sería un proyectil disparado por los papúes? Sólo usan flechas y lanzas, señor Cornelio. Lo ; pero... ¡Mira!

Creo que tengo ahora el derecho... Pero me interrumpió de nuevo: , tiene derecho de sobra... ¿Quiere esperar hasta esta noche? Con dos palabras podrá comprender que el asunto es de todo, menos de broma... La persona de quien hablamos está gravemente enferma, casi a la muerte... ¿Entiende algo? concluyó mirándome bien a los ojos. Yo hice lo mismo con él durante un rato.

No se consideraba así como una ligereza indecorosa que las personas viejas y las de cierta edad bailaran un poco antes de sentarse a jugar a los naipes; esto era más bien considerado como una parte de sus deberes oficiales.

Con este ejemplo se comprende el sentido de la expresion no puede, aplicada á Dios: lo que se niega, no es una perfeccion, sino un absurdo: por cuya razon observa muy oportunamente Santo Tomás, que mas bien se debiera decir que la cosa no puede ser hecha, que no que Dios no puede hacerla.

Así es que, si bien notaba, y se sentía lisonjeado al notarlo, que doña Luz hacía de él el más alto aprecio, ni en ella, ni en él, ni en el público, acertaba a descubrir que pudiese esto ofrecer el menor inconveniente.

Rehecha en Santa-Fé aquesta armada, Camina á Buenos Aires por el rio, Tambien por tierra va gran cabalgada De gente, que no teme sol ni frio: Y siendo ya la cosa bien guiada, A pesar de la tierra y su gentìo, Los unos y los otros allegaron Al puerto Buenos Aires, y poblaron.