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Y así, se fue, aunque todavía le importunaba don Quijote que le viese siquiera hacer dos locuras. Mas no hubo andado cien pasos, cuando volvió y dijo: -Digo, señor, que vuestra merced ha dicho muy bien: que, para que pueda jurar sin cargo de conciencia que le he visto hacer locuras, será bien que vea siquiera una, aunque bien grande la he visto en la quedada de vuestra merced.

¡Qué cosas tienes! dijo. Demasiado sabes que mientras estés conmigo no pueden anunciarme a nadie. ¡Valiosa prerrogativa regia! No hay nada como la etiqueta dije. Pero había olvidado esa regla por completo. Y dime: si yo estuviese a solas con otra persona, ¿podrían anunciarte a ti? Lo sabes tan bien como yo contestó admirada. Podrían anunciarme, porque soy princesa de la sangre.

Notaba yo que la pobre mujer estaba en aquellos instantes bajo la doble tortura de los sucesos mismos declarados, y del temor a lo que pudiera alcanzarla del mal juicio que yo hubiera formado de todo ello; inspirábame honda compasión, y con el fin de aliviarla un poco de ambos tormentos, la hablé así: En primer lugar, del dicho al hecho siempre hay gran trecho, y mucho más si los hechos son de la magnitud de éste que a usted la espanta; de manera que las amenazas de venir esta noche esos bandoleros a desvalijar a mi tío, se cumplirán... o no se cumplirán; y bien pesado y medido todo, quizás fuera preferible que vinieran, particularmente para usted, por aquello de que «muerto el perro, se acabó la rabia». En segundo lugar, con la confesión que usted me ha hecho, y ¡ojalá se le hubiera ocurrido hacérmela la primera vez que topó con su marido en la fuente! si no viene por aquí esta noche a liquidar todas sus deudas en una sola partida, tengo todo lo que necesito saber para obligarle, por la cuenta que le trae, a que abandone esta comarca callandito la boca y a buen andar por donde nadie le vea, y la deje a usted en santa paz por todos los días de su vida.

Llevaremos una existencia plácida y cómoda, como en aquellas abadías que durante la Edad Media fueron frescos oasis de tranquilidad y de estudio en medio de violencias y matanzas. Comeremos bien; el coronel me responde de ello. La biblioteca del yate está aquí: al vender el buque ordené á don Marcos que la instalase en el último piso. El amigo Novoa va á encontrar libros que tal vez no conoce.

Si seguía de aquel modo, la señorita Nancy Lammeter acabaría por romper con él; porque se sabía muy bien que ella le trataba con mucha reserva desde la pascua de Pentecostés del año precedente, época en que había hablado mucho, porque Godfrey había pasado varios días sin volver a su casa.

Y bien... me contestó, yo que usted me ha amado un día... ¿se acuerda usted?... Yo he llegado a un momento supremo de la vida, en que necesito amar y ser amada por un hombre digno de . ¡Soy una desgraciada!... ¿qué pasión puede inspirarme ese hombre que es mi marido?

Despojarme yo de la vida sería rechazar con sacrílega soberbia el don que el cielo me ha otorgado: sería infringir monstruosamente la ley eterna y romper el orden natural con la energía de mi voluntad rebelde. No me disculpa el ansia de llegar al bien supremo. No debo ir a él violentamente: debo aguardar a que me llame.

El padre cura receló, aunque tarde, que había educado a sus pupilas mal de puro bien, y que, de resultas de su esmerada educación, iban a quedarse para vestir imágenes. Por fortuna no sucedió así. El Administrador de Rentas, don Braulio, trató a doña Beatriz, y la halló tan bonita y discreta que se enamoró de ella.

Entre el murmullo se oía: «Señá Nazaria, péseme, bien, que soy parroquiana.... Señá Nazaria, córteme pierna de abajo.... Señá Nazaria, tenga conciencia y vea que eso es cordilla para los gatos.... Señá Nazaria, el solomillo limpio y mondo o no cobrado.... Señá Nazaria, tenga conciencia en las chuletas».

No llores ¡virgen mía! si el destino de negras gasas recubrió tu suerte; no llores, que mi amor hasta la muerte luchando seguirá por tu camino. Bien comprendo la cruel melancolía que en tu alma dolorida se atesora, las penas que tu sufres cada día, y las nostalgias que tu pecho llora.