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Don Sancho ejecuta esta orden al cabo, siendo vanas sus objeciones y su obstinada oposición á los deseos de su padre, y lo mata, y consigue de la Reina la licencia de pelear solemnemente con Don Bermudo, y después con todos los demás que nieguen la verdad de su dicho, averiguándose al fin que él mismo no es hijo de Don Nuño, sino de Don Bermudo; que no ha existido en realidad la ofensa que se suponía haber hecho éste á Don Nuño, finalizando así el drama, y desatándose su nudo satisfactoria y tranquilamente, después de haber movido tanto los afectos de los espectadores.

En virtud pues del beneplácito de estos indios, é inmediatamente despues de haber recibido tan favorable nueva, mandó el Padre provincial á los hermanos José Bermudo y Julian de Aller que acompañasen á Juan de Soto que regresaba á Moxos.

El secretario, don Paco, estaba al lado del alcalde, con su levita nueva, elegantísimo, y excitando la envidia de otros señores cuyas levitas o fraques eran viejos, fuera de moda, y algunos muy pelados, y ya que no con remiendos y rasgones, con picaduras de polilla, zurcidos chapuceros y tal cual lamparón o mancha de pringue o aceite, no menos conspicua que las que notó y censuró el Cid en el hábito del monje don Bermudo.

La monarquía asturiana y leonesa, tan llena de gloria antes, cubierta de oprobio ahora por el forzado reconocimiento de Castilla como condado independiente, y por haber trabado alianza con los infieles para domar á sus vasallos sediciosos, cree llegada su hora postrera: el victorioso Almanzor pasea por ella sus banderas triunfadoras y nunca humilladas, invade las marcas españolas, apodérase de Barcelona, conquista á Leon forzando sus montañas y obligando al enfermizo Bermudo á refugiarse en Oviedo con sus tesoros y reliquias, entra en Galicia asistido de caudillos cristianos traidores que reciben del pródigo hagib pingües remuneraciones , alarga la pujante mano á Santiago de Compostela, á la famosa Caaba de los bautizados de Occidente, y vuélvese á Córdoba á ocupar con magestad el usurpado trono, haciendo que los míseros vencidos acompañen á sus veloces ejércitos llevando en hombros las campanas bendecidas del gran templo profanado.

Don Sancho, después de matar á su padre, ha de vengarse en seguida de Don Bermudo y sostener en lid solemne contra todos, que el impostor que se presentó al principio como Rey, y que después se creyó ser Nuño Aulaga, no era su verdadero padre, porque éste había muerto en Palestina largo tiempo antes.

El vaquero de Moraña es un drama de los más interesantes, y lleno de encantadoras descripciones pastoriles. Un Conde, que reside en la corte de León, mantiene relaciones amorosas con una hermana del rey Bermudo, por cuyo motivo excita contra el odio del Rey; huye, pues, con su amada, y ambos, disfrazados de labradores, se refugian en la casa de un campesino, en el valle de Moraña.

El argumento se basa en un hecho extraordinario de la historia antigua del reino de Aragón, y es, en pocas palabras, el siguiente: Don Nuño Aulaga, noble aragonés, que se cree gravemente ofendido por Don Bermudo, uno de los dignatarios más elevados del reino, ha intentado vanamente vengarse de su ofensor; todas las tentativas se han estrellado ante la posición que ocupa en el Estado Don Bermudo, y no le queda otro recurso, para realizar sus proyectos más adelante, que acompañar al rey Alfonso en una expedición á la Tierra Santa.

Don Saturnino Bermúdez, que juraba tener documentos que probaban al inteligente en heráldica venirle el Bermúdez del rey Bermudo en persona, era el más perito en la materia de contar la historia de cada uno de aquellos caserones, que él consideraba otras tantas glorias nacionales.

Sólo rumores vagos han llegado al reino acerca de la muerte del Rey, y muchos confunden con éste á Don Nuño por su extraordinaria semejanza con el difunto Monarca. Esta particularidad le sugiere el plan de fingirse el Rey, no dudando que como á tal lo mirarán todos sus vasallos, y que de esta manera podrá asegurar el éxito de su venganza de Bermudo, tan largo tiempo y tan ardientemente deseada.

Mientras el rey Bermudo, resuelto á no ver repetida en mengua propia la pérdida que afrenta la memoria de Rodrigo, vence el desaliento, olvida sus achaques, triunfa de vanos terrores, hace el noble sacrificio de sus enojos y resentimientos, y procura reducir los inquietos ánimos del castellano y del navarro á una poderosa liga contra el formidable enemigo de la cristiandad, Almanzor pone en Córdoba el complemento á su gloria terminando las obras de la mezquita.