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Ante las iglesias, cuyas campanas tañían sin poder sofocar los ruidos de las calles, esperaban el fin de la novena las berlinas de las grandes damas con los caballos engallados y los cocheros cubiertos de largos impermeables.

Un sinnúmero de coches particulares y de berlinas de punto cubrían más abajo la ancha carretera, galopando en dirección a la plaza; y al través de ellos, dejándolos atrás en seguida, corrían desbocados los ómnibus, mientras los que iban encima, sin miedo a estrellarse, embriagados por la carrera vertiginosa, saludaban con gritos de alegría a los que iban dejando en pos de .

El goce inefable de la independencia le embargó por algunos meses; entraba y salía de casa cien veces al día, sin necesidad alguna, sólo para convencerse de que era libre, dueño de sus acciones; tiraba de la campanilla y se hacía traer vasos de agua sin tener sed; compró una petaca y algunas libras de tabaco picado, y para aprender a hacer cigarros, se ensayó, por consejo de un teniente de artillería que se alojaba en la misma casa, haciéndolos con arenilla de la salvadera; corría por las calles deteniéndose largo rato delante de los escaparates, y gastaba el dinero alquilando por horas berlinas de punto; entraba en los cafés y pedía copas de ron o cognac, sólo por enjuagarse la boca, pues no podía atravesar los licores.

Los jinetes y las amazonas alegraban con su rápida aparición el hermoso tumulto; pero de cuando en cuando la presencia de un ridículo simón lo descomponía. «Debían prohibir dijo Isidora con toda su alma que vinieran aquí esos horribles coches de peseta. Déjalos... En ellos van quizás algunos prestamistas que vienen a gozarse en las caras aburridas de sus deudores, los de las berlinas.

Se preparó la comida en una de las tiendas de Puerta de Tierra, y después de la ceremonia todos se trasladaron allá en coche. Iba una jardinera de diez asientos; pero no cabiendo todos en ella, los sobrantes se acomodaron en berlinas de punto: Velázquez en una con Frasquito, el señor Rafael en otra con el padre de Pepa, y así sucesivamente.

Era la hora en que el paseo adquiría su aspecto más brillante. A todo galope de los briosos caballos bajaban carretelas y berlinas, y por las aceras del paseo desfilaban lentamente, con paso de procesión, las familias endomingadas. Los verdes bancos no tenían ni un asiento libre.

La galerita de las de Pajares, a pesar de su cubierta charolada, de los arneses brillantes y de sus ruedas amarillas, tan finas y ligeras que parecían las de un juguete, aparecía empequeñecida y deslustrada en el gigantesco rosario de berlinas y carretelas, faetones y dog-carts que, como arcaduces de noria, estaban toda la tarde dando vueltas y más vueltas por la avenida central del paseo.

Es allí donde está aglomerada la parte culta de la ciudad, y donde se ven los opulentos almacenes, las bellas tiendas de joyería y modas, los grandes hoteles, los suntuosos cafés, las damas elegantes, las ricas berlinas y todo el conjunto gracioso y variadísimo de una gran ciudad meridional, francesa y mercantil.

No de qué lado tirarán con mas fuerza ó habrá genios mal recalcitrantes. Un inmenso palacio, aunque no de condiciones aristocráticas, sirve de alojamiento á los dichosos brutos que tienen el honor de llevar sobre sus lomos á las personas de la Corte ó tirar sus doradas carrozas y berlinas.

La verja, que cerraba el cuadrilátero, caía a la calle de Rívoli, y al través de sus hierros se veían pasar, envueltas en las azules neblinas de la tarde, estrechas berlinas, ligeras victorias, landós que corrían al brioso trote de sus preciados troncos, jinetes que de lejos semejaban marionetas y peones que parecían chinescas sombras.