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Si en general los saltimbancos innumerables de las calles no inspiran sino desprecio por su desvergüenza en escamotar, y si los mil y mil vagamundos de órgano berberisco llevan su impertinencia hasta hacer desesperar, hay entre las muchas clases de artistas y pobres ambulantes una que suele inspirar simpatías al viajero: es la de los músicos.

La isla, que le había aceptado cortésmente, parecía alzarse ahora contra el forastero venido de lejos para trastornar su patriarcal quietismo, su existencia concentrada, su orgullo de pueblo aparte, con la misma fiereza que se había alzado en otros siglos contra el normando, el árabe o el berberisco desembarcados en sus costas. Imposible hacer frente a todos: huiría.

Al día siguiente, Ramiro descendió, como de costumbre, por la cuesta de Santa María de Gracia y dirigiose a los sitios más frecuentados del arrabal de Santiago, dispuesto a escoger su aventura. Bajo aquel mediodía radiante de junio, la plaza del Rollo presentaba el aspecto de un mercado berberisco.

La misma tribuna en que se leyó al pueblo de Córdoba la carta del hijo de Almanzor refiriendo la gran batalla y victoria de Wadamena, estaba decorada al estilo berberisco; la misma cámara ó estancia en que se dieron aquellas cuantiosas limosnas en accion de gracias al Todopoderoso que se habia dignado humillar y confundir al Africa rebelde, parecia en su ornato un lujoso aposento del harem de un Edrisita.

Horrible fué otro crimen cometido por un berberisco y su manceba en la persona del marido de ésta, pero el castigo no lo fué menos. Por último, para terminar, citaré estas dos ejecuciones que ocurrieron entrado ya el siglo XVII, en que tantas hubo, á alguna de las cuales, más adelante dedicaré especial lugar.

No he de citar éstos, pero mencionaré el caso que registra la crónica de un esclavo que, habiendo huído, don Pedro Amesqueta prendió á su amo y le echó una fuerte multa, lo cual, sabido por el berberisco, que berberisco era, se presentó voluntariamente para que su dueño fuese puesto en libertad, acto que tanta impresión produjo, que la dura justicia de entonces se vió obligada á usar alguna vez de la clemencia y dejó libre al dueño, y al infeliz también le puso en libertad.

El escudo de aquellos ínclitos varones es honroso jeroglífico, vivo recuerdo de triunfos, honores, distinciones y victorias. Tres cabezas de moro en campo verde no recuerdan, como algunos pretenden, la salvaje hazaña de haber vencido a tres sectarios de Mahoma, sino la graciosa broma de un Tumbaga que en cierto baile de trajes se presentó vestido de berberisco con dos amigos.